Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando
te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la
tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar
en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después
supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es
verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos
más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi
deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti,
de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección
del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi
condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no
se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuerdo de mi vida pasada creo haber
trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo
revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en
tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con
suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido
días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en
los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más
alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido
sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los
peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis
modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad
al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de
dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido
entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso
lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe
que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de
cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde
quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier
responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora
definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y
especialmente para tí. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo
al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he
estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo
sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser
revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer
nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos
pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro
pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo
que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario
Che