Si alguna
vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes.
Casi no se
acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada.
Su padre
ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus
convicciones.
Crezcan
como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que
permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y
que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces
de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en
cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Hasta
siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de
Papá
Marzo de 1965