Nosotros durante años no dijimos nada, cuando veíamos los
acuerdos de los núcleos y los dirigentes, acuerdos hechos a espaldas nuestras y
de los obreros. Nunca dijimos nada, todo lo aguantamos por el pueblo, por la
patria y por los trabajadores. Todo lo aguantamos por la unidad, solidaridad y
disciplina. Nos íbamos con amargura,
tratábamos de justificarle todo a esos dirigentes que hoy se han ido. A esos
dirigentes que hoy, cuando en una votación sencilla y normal ganan los hijos de
los pobres se han enojado. Les vamos a abrir las puertas, les vamos a abrir los
brazos, pero quiero que en la moción conste esto: que esta comisión de poderes
que eligió el Congreso también se eligió con todos los atributos de los que,
sin tener miedo a perder la vida, han venido a desafiar y a decir la verdad que
otros tienen de la piel para adentro, pero ni esa verdad se animan a decir.
Hoy estamos acá, agraviados en nuestra dignidad, pisoteados
en los derechos del pueblo, despojados de nuestras conquistas, todos nos han
humillado y todavía porque venimos a gritar la verdad, para que no irritemos a
los que nos están golpeando nos tendríamos que callar o tal vez tendríamos que
ser participacionistas.
Nosotros hemos dicho que preferimos honra sin sindicatos y
no los sindicatos sin honra, y mañana nos pueden intervenir. No tenemos aquí
ninguna prebenda personal que defender, pues para defender a nuestros compañeros
no hace falta el sillón ni el edificio. Lo hacemos porque lo llevamos en la
sangre desde que hemos nacido.
Les advierto esta noche, si es que me están escuchando que
lo sepan, que les hago un llamado todavía. Dígannos que no están de acuerdo,
que piensan distinto, insúltennos, calúmniennos, pero no escriban estas tristes
y negras páginas, que porque un gobierno y un ministerio no se animan a
impugnarnos, tengan que ser compañeros los que se animen a decir y dejar
escrito, que los invalidan a los propios compañeros trabajadores.