El desarrollo de la paz entre las naciones está confinado
estrictamente a aquellas que son civilizadas. Con una nación bárbara la paz es
condición excepcional. En los confines entre la civilización y la barbarie, la guerra es generalmente
normal. Que los bárbaros sean el indio rojo en la frontera de los Estados
Unidos, el afgano en los confines de la India Británica o el turcomano quien
limita con el cosaco de Siberia, el resultado es el mismo. A la larga, el
hombre civilizado encuentra que no puede conservar la paz más que subyugando a
su vecino bárbaro, pues el bárbaro no cederá más que ante la fuerza (…) Toda
expansión de civilización trabaja para la paz. En otros términos, toda
expansión de una potencia civilizada significa una victoria para la ley, el
orden y la justicia. (…) En todos los casos la expansión ha sido un provecho,
no tanto para la potencia que se beneficia nominalmente como para el mundo
entero.
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