Después
de la guerra exterminadora por que ha pasado el país, han esperado los pueblos
argentinos una nueva era de ventura y progreso. Pero… muy lejos de ver
cumplidas sus esperanzas, han tenido que tocar el más amargo desengaño, al ver
la conducta arbitraria de sus gobernantes, al ver despedazadas sus leyes y
atropelladas sus propiedades y sin garantías para sus mismas vidas. Los
Gobernadores de estos pueblos convertidos en otros tantos verdugos de las
provincias, cuya suerte les ha sido confiada, atropellan las propiedades de los
vecinos, destierran y mandan a matar sin forma de juicio a ciudadanos
respetables, sin más crímenes que haber pertenecido al partido federal y sin
averiguar siquiera su conducta como partidarios de esa causa. Yo mismo, que he
esperado ver realizadas las promesas hechas a esta provincia y a las demás,
según el tratado celebrado conmigo, he sufrido hasta el presente la más tenaz
hostilización por parte de los gobiernos circunvecinos, ya tomando y mandando a
ejecutar a los hombres que me han acompañado, a pesar de la garantía que por
ese mismo tratado tenían, ya requiriéndome, tales o cuales individuos que
estaban asilados a mi lado…
Mil
veces se ha levantado mi vos y elevado súplicas al Gobierno Nacional, pidiendo
justicia y justicia…
Es
por esto, señor Presidente, que los pueblos, cansados de una dominación
despótica y arbitraria, se han propuesto hacerse justicia, y los hombres,
todos, no teniendo más ya que perder que la existencia, quieren sacrificarla
más bien en el campo de batalla, defendiendo sus libertades y sus leyes y sus
más caros intereses atropellados vilmente por los perjuros.
Esas
mismas razones y el verme rodeado de miles de argentinos que me piden exija el
cumplimiento de esas promesas, me han hecho ponerme al frente de mis
compatriotas y he ceñido nuevamente la espada, que había colgado, después de
los tratados con los agentes de V. E. …
No
es mi propósito reaccionar al país para medrar por la influencia de las armas,
ni ganar laureles que no ambiciono. Es mi deber el que me obliga a sostener los
principios y corresponder hasta con el sacrificio de mi vida a la confianza
depositada en mí, por los pueblos…