Estos tres días pasados
encogidos en la tierra, sin beber ni comer: quejidos de los heridos, luego el
ataque entre los boches y nosotros. Después, al fin, paran las
quejas; y los obuses, que nos destrozan los nervios y nos apestan, no nos dan tregua
alguna, y las terribles horas que se pasan con la máscara y las gafas en el
rostro, ¡los ojos lloran y se escupe sangre! Después, los oficiales que se van
para siempre, noticias fúnebres que se trasmiten de boca en boca en el agujero,
y las órdenes dadas en voz alta a cincuenta metros de nosotros; todos de pie,
luego el trabajo con el pico bajo las terribles balas y el horrible ta-ta-ta de
las ametralladoras.
Carta de un soldado francés,
Marzo de 1916