“Cuba
cayó también en las garras del imperialismo. Sus tropas ocuparon nuestro
territorio. La Enmienda
Platt fue impuesta a nuestra primera Constitución, como
cláusula humillante que consagraba el odioso derecho de intervención
extranjera. Nuestras riquezas pasaron a sus manos, nuestra historia falseada,
nuestra administración y nuestra política moldeada por entero a los intereses
de los interventores; la nación sometida a 60 años de asfixia política,
económica y cultural. Pero Cuba se levantó, Cuba pudo redimirse a sí misma del
bastardo tutelaje. Cuba rompió las cadenas que ataban su suerte al imperio
opresor, rescató sus riquezas, reivindicó su cultura, y desplegó su bandera
soberana de territorio y pueblo libre de América (APLAUSOS). ¿Qué es la historia de Cuba
sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina
sino la historia de Asia, África y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos
estos pueblos sino la historia de la explotación más despiadada y cruel del
imperialismo en el mundo entero? […]Hoy América Latina yace
bajo un imperialismo mucho más feroz, más poderoso y más despiadado que el
imperio colonial español. Cuba ha vivido tres años de
Revolución bajo incesante hostigamiento de intervención yanki en nuestros
asuntos internos. Aviones piratas, procedentes de Estados Unidos, lanzando
materias inflamables, han quemado millones de arrobas de caña; actos de
sabotaje internacional perpetrados por agentes yankis, como la explosión del
vapor LaCoubre, han costado decenas de vidas cubanas; miles de armas
norteamericanas de todo tipo han sido lanzadas en paracaídas por los servicios
militares de Estados Unidos sobre nuestro territorio para promover la
subversión; cientos de toneladas de materiales explosivos y máquinas infernales
han sido desembarcados subrepticiamente en nuestras costas por lanchas
norteamericanas para promover el sabotaje y el terrorismo; un obrero cubano fue
torturado en la base naval de Guantánamo y privado de la vida sin proceso
previo ni explicación posterior alguna (ABUCHEOS); nuestra cuota azucarera fue
suprimida abruptamente, y proclamado el embargo de piezas y materias primas
para fábricas y maquinarias de construcción norteamericana para arruinar
nuestra economía; barcos artillados y aviones de bombardeo, procedentes de
bases preparadas por el gobierno de Estados Unidos, han atacado sorpresivamente
puertos e instalaciones cubanas; tropas mercenarias, organizadas y entrenadas
en países de América Central por el propio gobierno, han invadido en son de
guerra nuestro territorio, escoltadas por barcos de la flota yanki y con apoyo
aéreo desde bases exteriores, provocando la pérdida de numerosas vidas y la
destrucción de bienes materiales; contrarrevolucionarios cubanos son instruidos
en el ejército de Estados Unidos y nuevos planes de agresión se realizan contra
Cuba. […] Los pueblos piensan muy distinto. Los pueblos
piensan que lo único incompatible con el destino de América Latina es la
miseria, la explotación feudal, el analfabetismo, los salarios de hambre, el
desempleo, la política de represión contra las masas obreras, campesinas y
estudiantiles, la discriminación de la mujer, del negro, del indio, del
mestizo, la opresión de las oligarquías, el saqueo de sus riquezas por los
monopolios yankis, la asfixia moral de sus intelectuales y artistas, la ruina
de sus pequeños productores por la competencia extranjera, el subdesarrollo
económico, los pueblos sin caminos, sin hospitales, sin viviendas, sin
escuelas, sin industrias, el sometimiento al imperialismo, la renuncia a la
soberanía nacional y la traición a la patria. […]Frente
a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos: las
revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos (APLAUSOS). Lo que Cuba
puede dar a los pueblos, y ha dado ya, es su ejemplo (APLAUSOS). ¿Y qué enseña la Revolución Cubana?
Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla (APLAUSOS), que en
el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de
liberación de los pueblos.”
Fidel Castro, La Habana,
4 de febrero de 1962.