"Amigo
y presidente de la Confederación del Cobre, diputado Héctor Olivares
Solís: compañero Vladimir Chávez, intendente de la provincia; estimados
amigos y colaboradores; ministros de Estado, Orlando Cantuarias, de
Minería, y José Oyarce, de Trabajo y Previsión Social; compañeros
subsecretarios del Ministerio de Minería y del Trabajo, Hernán Soto y
Julio Benítez; parlamentarios del pueblo; alcaldes y regidores, señor
comandante de la guarnición de Rancagua; señor prefecto de esta ciudad;
estimado colaborador edecán naval, comandante Arturo Araya; trabajadores
del cobre:
Quiero
referirme ahora a la iniciativa más trascendente y más importante de
este Gobierno: al proyecto de reforma constitucional destinado a
nacionalizar, sin apellidos, el cobre. Cuando planteamos en la campaña
presidencial que Chile debería recuperar las riquezas fundamentales que
están en manos del capital foráneo, señalamos muy claramente que los
países dependientes o en vías de desarrollo no podrían jamás elevar sus
condiciones materiales de existencia para sus pueblos y abrir horizontes
más amplios, desde el punto de vista intelectual y espiritual, si acaso
Chile no recuperaba esas riquezas, si nosotros no aprovechábamos el
excedente que produce nuestra economía, si no planificábamos el
desarrollo económico y utilizábamos los recursos que hoy día se van de
nuestra patria, más allá de la frontera; van a fortalecer grandes
empresas, fabulosas empresas que vuelcan sus capitales en los países
poco desarrollados porque les rinden más intereses. Dije ante el pueblo,
para que el pueblo lo aprendiera y no lo olvidara, que Chile, como
tantos países de América Latina, era un país potencialmente rico y que,
sin embargo, hoy somos un país pobre.
Destaqué
que somos un país que no anda con la mano tendida, pidiendo unos
cuantos millones de dólares, mientras salen de nuestras fronteras
enormes cantidades; que siendo un país en vías de desarrollo, éramos un
país exportador de capitales, y, sin embargo, andamos buscando
capitales; señalé que en 50 añoso más han salido de Chile 9.800 millones
de dólares, que representan el valor del capital social de la patria,
acumulado a lo largo de toda su existencia; di a conocer lo que
representaba el cobre para Chile como riqueza fundamental. Por eso, en
las campañas y en las luchas electorales pusimos acento para que el
pueblo comprendiera la importancia que tiene el que Chile sea dueño de
sus riquezas esenciales; al mismo tiempo señalamos la importancia de una
profunda y honda reforma agraria para el desarrollo económico nacional.
Nos movió y nos mueve el defender a Chile, el poder impulsar el
desarrollo económico de la patria, el poder elevar el nivel de vida de
los chilenos.
Queremos
otros recursos y el excedente de nuestra economía para hacer de Chile
un país industrial, para crear los complejos agrarios e industriales,
para trazar los caminos, para que los barcos lleven la bandera de Chile a
todos los mares, para que las usinas, con el humo de sus chimeneas,
opaquen la claridad de nuestro cielo. Queremos esos excedentes
económicos para dar trabajo y dignificar la vida del hombre y la mujer
chilena.
Creemos
que los pueblos sólo progresan trabajando más y produciendo más; pero
hemos agregado que es muy distinto trabajar para una minoría ávida de
riquezas, de privilegios y granjerías, a trabajar para Chile y trabajar
para los chilenos. Qué satisfacción tengo yo ahora al hablar aquí, como
compañero Presidente, y oír el resumen de las conclusiones de los
trabajadores del cobre. Gracias, compañero Héctor Olivares, en usted
personalizo el apoyo, la comprensión, el espíritu de lealtad a Chile que
tienen los heroicos trabajadores del metal rojo.
Ellos
saben que tienen que producir más, que tienen que trabajar más y yo sé
que lo van a hacer. Igual respuesta he recibido en el carbón cuando
fuimos a decirles a los trabajadores que allí, y por primera vez, ellos
iban a intervenir en el proceso de la producción; que las minas de
Lota-Schwager eran de los chilenos; que habíamos adquirido las minas;
cuando les dijimos que el Estado de Chile, representante de ellos, era
el dueño de esas minas. Yo vi en el rostro curtido de viejos mineros
rodar las lágrimas de emoción. Tantas veces, tantas veces les habían
hecho esta promesa, y se cumplirá ahora porque hay un Gobierno de
ustedes, un Gobierno Popular. Y les dije a los compañeros del carbón:
«Ustedes producen 3.600 toneladas diarias de carbón; a ese nivel no
podemos seguir; ustedes tienen que producir 4.500 0 4.700 toneladas
diarias. Yo les pido por Chile y les pido por el pueblo que cumplan esa
tarea». Los compañeros del carbón prometieron hacerlo y en el primer mes
en que el gerente es un minero, un compañero que trabajaba como
barretero del carbón, la producción ya ha mejorado ostensiblemente.
Voy
a ir al salitre el 20 de este mes. Pocos países han vivido el drama de
Chile frente a la oligarquía, coludida con los intereses foráneos, ante
una riqueza tan importante para la patria, riqueza que significó vida,
hambre, sacrificios heroicos de vidas chilenas, en la guerra y en la
paz. Sin embargo, ahí está el salitre, ese emporio de riqueza,
demostrando la inepcia e incapacidad de los grupos diri-gentes y la
tolerancia culpable de los gobiernos que permitieron el latrocinio que
se hizo contra Chile y el interés nacional. Baste decirles a ustedes,
pueblo de Machalí, que la compañía minera de Chile Sociedad Química y
Minera de Chile, producto del fracaso de la Anglo-Lautaro, empresa que
ha explotado Pedro de Valdivia y María Elena, y frente al fracaso de
Victoria, ha perdido el año antepasado 7 millones de dólares y el año
pasado 11 millones de dólares. Pues bien, compañeros, sepan ustedes que
nueve u once directores de esas compañías ganaban, hasta julio del año
pasado, en total, cerca de 700.000 dólares; que un solo funcionario
ganaba 65.000 dólares al año, mientras los trabajadores salitreros
tenían un salario de doce escudos y cuarenta centésimos; y este señor, a
quien le puso término en su trabajo el propio Gobierno de Frei, este
señor ha demandado a la empresa, vale decir, al Estado chileno, por una
suma cercana a los 3.000 millones de pesos, y, según me han dicho, tiene
todavía estudiada una posible demanda de 2.000 millones de pesos más.
Son insaciables e implacables. Ese tipo de chileno no lo considero
patriota y no soy el Presidente de esa jauría de chilenos. Por eso es
que el pueblo debe entender estas cosas, debe comprender que sólo será
posible que Chile avance si rompe el retraso, la miseria y la incultura;
sólo así será posible que el niño tenga el alimento necesario, que es
más, desde luego, que el medio litro de leche que le hemos dado. Que la
juventud tenga vestuario, posea un oficio, una carrera, y se prepare
para trabajar. Que la mujer chilena se incorpore al esfuerzo común y
colectivo y emplee su capacidad en igualdad de condiciones con el
hombre. Que el adulto, hombre o mujer, tenga perspectivas de trabajo
para ganarse la vida con dignidad y tenga derecho a la vivienda, a la
salud y al descanso. Que el anciano, al término de su vida, no deba
tender la mano en actitud mendicante.
Todo
esto será posible cuando desarrollemos con esfuerzo, sacrificio y
heroísmo en el trabajo una nueva economía, una nueva mentalidad, un
nuevo espíritu, una nueva conciencia, que en efecto tienen que ofrecerla
los campesinos y obreros chilenos.
Por
eso tenemos que entenderlo y que nuestra palabra se oiga más allá de
las fronteras de Chile. No nacionalizaremos el cobre ahora, mañana el
hierro, las riquezas fundamentales después por un espíritu revanchista.
Lo hacemos, no con un criterio de injusticia, lo hacemos por una
necesidad esencial y vital para Chile y su destino.
Y
tenemos derecho a hacerlo, porque de ello depende el futuro de la
patria. Esta es la gran diferencia que hay cuando el pueblo es Gobierno,
y cuando ha sido Gobierno la oligarquía y los grupos minoritarios, que
entregaron la riqueza fundamental de nuestro suelo. Por eso he dicho y
recalco: no adoptamos un camino de provocación para aquellos que
invirtieron el dinero hace tiempo en Chile; no queremos el camino de la
apropiación indebida ni de la usurpación; pero tampoco queremos el
privilegio y la granjería. Queremos se dicte en un país independiente y
soberano, dentro del marco jurídico de la propia democracia burguesa y
con apoyo de los sectores demócratacristianos, queremos dictar una ley
que permita a Chile, repito, dentro de los cauces legales, hacer que el
cobre, como barricada, como bandera de combate de la Unidad Popular, sea
auténticamente nacionalizado y sea el cobre de Chile y los chilenos.
Eso no puede considerarse un atentado o una actitud artera contra otro
país. Categóricamente no puede ser considerado una agresión a Estados
Unidos. El Gobierno norteamericano y los sectores directivos de la
población norteamericana deben comprender la angustia de nuestro pueblo y
la necesidad que tenemos de planificar nuestra, economía y aprovechar
para Chile los recursos. Y lo vamos a hacer, repito, no por una actitud
de intransigencia o sectarismo. Lo vamos a hacer dentro de las normas de
Chile y dentro de las normas jurídicas que un Congreso, en el cual no
tenemos mayoría, va a acordar por el esfuerzo nuestro y la colaboración
de ellos.
Por
ello la actitud de Chile debe merecer respeto. Nosotros queremos evitar
que haya represión contra Chile; queremos evitar que se nos cierren las
fuentes del crédito; queremos evitar que se tomen medidas de
represalia; queremos evitar que se pongan cortapisas al desarrollo
técnico de nuestras Fuerzas Armadas; queremos evitar que se nos nieguen
la colaboración técnica y el progreso científico; queremos evitar esas
cosas, pero no al precio de la indignidad. Lo vamos a evitar sobre la
base del derecho de un pueblo a conquistar su libertad económica y a
conquistar su derecho a la vida.
Por
eso es que creo que ya está madura una conciencia nacional; lo prueba
la presencia multitudinaria de ustedes y lo prueban las conclusiones de
este Consultivo Extraordinario, que será el aporte más serio a la dura
tarea que tenemos por delante. Sin embargo, quiero y es mi obligación
destacar aquí que si hay dificultades que puedan apuntar en el campo
internacional, y si las hay también en el campo nacional frente a
sectores que no comprenden cuál es la esencia patriótica de nuestra
actitud, también hay dificultades que nacen dentro de los propios
trabajadores del cobre. Allí hay un letrero que dice: «Compañero
Presidente, termine con la aristocracia obrera». He sido muy claro en
decirle al pueblo lo que pienso. Chile vive dos flagelos brutales: el de
la inflación, por una parte, y el de la cesantía, por otra. ¿Cómo
detener la inflación? ¿Cómo impedir que los que viven de un sueldo y un
salario tengan el drama de todos los días de las alzas de precios y la
disminución de los sueldos y salarios? Lo he dicho tantas veces; los
precios suben por los ascensores mientras los sueldos suben por las
escaleras en un proceso inflacionista. Nunca los sueldos o los salarios
van a alcanzar el alza de precios.
Hay
que detener la inflación, que tiene causas externas e internas que,
lógicamente, golpean con más fuerza a los pensionados o montepiadas, a
quienes poseen ingresos rígidos en sus sueldos o salarios. Por eso, por
primera vez en esta historia hemos puesto cortapisas a los que tienen
excedentes, a los que reciben altos ingresos.
Dijimos
que nadie debía ganar en Chile más de 20 sueldos vitales al mes y les
parece poco! ¿Y cuánto es ahora, a pesar de nuestro esfuerzo, el salario
medio industrial?: 600.000 pesos al mes. Es decir, hay gente fue gana
35 veces más de lo que gana un obrero que tiene un salario de 600.000
pesos al mes. El que gana 17 millones tiene 35 veces más poder de
compra. Eso es una injusticia. Hay países en el mundo donde la relación
es de 1 a 4 y de 1 a 7. Antes en Chile era mucho más grande la distancia
y hemos tenido que reducirla. De la misma manera hemos dicho que no
puede haber ningún chileno que en Chile gane dólares, que no puede haber
ningún chileno descarado o cínico que ganando dólares los vende en el
mercado negro causando un perjuicio para Chile y los chilenos. Esto es
lo que hemos dicho y es el motivo por el cual el pueblo comprende
nuestra política. Por eso en la Ley de Reajustes elevamos de 12 a 20
escudos al día el salario mínimo industrial, vale decir, en el 67 por
100; elevamos la pensión de los obreros campesinos en un 100 % ; en un
64 % las asignaciones familiares de los empleados públicos y en un 35 %
la asignación familiar de los empleados particulares. Sin embargo,
existen la distancia y la diferencia, que el próximo año trataremos de
reducir mucho más. Los empleados particulares tienen una asignación
familiar, por cada carga, de 160.000 pesos al mes; 112.000 los empleados
públicos, Fuerzas Armadas y Carabineros, y 90.000 pesos al mes los
obreros y campesinos. A pesar, repito, que elevamos en un 100 % la
asignación familiar de obreros y campesinos, porque la distancia era
mucho mayor. De igual manera las pensiones y montepíos se han elevado en
un porcentaje mucho más alto para los obreros, para sus viudas, para
los campesinos y las mujeres de los trabajadores del agro. Y, sin
embargo, hay diferencias fundamentales. En este país, mientras la
pensión media del obrero imponente de la Ley 10.383 debe estar bordeando
los 320.000 pesos mensuales, hay funcionarios que tienen jubilaciones
de 25, 30, 40 0 50 millones de pesos al mes. Con esto también vamos a
terminar en forma oportuna, compañeros. Por eso es que los obreros del
cobre tienen que entender sus responsabilidades. Ser obrero del cobre,
dentro del régimen vigente, es un privilegio. La organización de los
trabajadores del cobre permite ejercer una presión mucho más fuerte que
todo el resto de las organizaciones de trabajadores de Chile. Una huelga
del cobre no podría durar más allá de 10, 12 0 15 días. Si durara 1, 2 0
3 meses, sería una catástrofe para la economía nacional. Hay huelgas de
otros gremios que duran 90, 120 o más días. Una huelga en una fábrica
de helados, de botones o de hilos no tiene mayor importancia para la
economía nacional. Pero las huelgas del cobre, del acero, de la
electricidad o del carbón pesan sobre la economía. Y se hiere a Chile y a
todos los chilenos si acaso esa huelga perdura por largo tiempo.
Por
eso nosotros hemos dicho que tenemos que apelar a la conciencia y a la
responsabilidad, al sentido solidario de los trabajadores del cobre;
ellos no pueden ejercer la presión que hacen a través de sus
organizaciones sindicales, porque ellos, antes que obreros del cobre,
son chilenos y además deben tener conciencia de clase y saber que otros
trabajadores tienen ingresos mucho más bajos. Por eso hemos visto con
satisfacción que se ha logrado un arreglo con los trabajadores del cobre
sin ir a la huelga. Aunque ha sido más alto el reajuste general, que
alcanza a un 35 por 100 para los sectores públicos, agradecemos esta
actitud de los trabajadores del cobre. Hay, sin embargo, un sector de
estos trabajadores que no quiere entender. Y yo tengo la obligación de
plantear las cosas con claridad. Me refiero a los supervisores, que
están en el rol oro. Quiero que ustedes, que Chile entero vea cómo hemos
procedido y cuál ha sido la respuesta de esta gente que trabaja en el
cobre.
Saben
ustedes que existen supervisores pagados en escudos y pagados en
dólares; los pagados en dólares son más o menos 1.500 y los pagados en
escudos son más o menos 2.000. De los primeros, sólo un 30 por 100
desempeñan funciones técnicas propiamente tales. Hay funcionarios
administrativos, hay secretarias, hay médicos que están en rol oro. Yo
soy médico, pero no tengo un sentido gremíalista que me obligue a callar
la verdad sobre los médicos que, por ejemplo, obtuvieron un 32 por 100
de aumento en sus sueldos en oro, vale decir, en dólares, el año pasado.
Pues bien, qué sucede? Sucede, compañeros trabajadores del cobre,
ciudadanos de Chile, que hasta ahora no hemos podido llegar a un acuerdo
con los supervisores del rol oro. Este problema se empezó a crear
cuando, por determinación de quien habla, se suprimió en Chile la
posibilidad de que pudieran ganar en dólares. Pues bien, de inmediato
entonces designamos una comisión en la que está el ministro de Economía,
el presidente del Banco Central, el presidente de la Confederación de
Trabajadores del Cobre y el fiscal de la Corporación del Cobre.
Designamos esta comisión para entenderse con los supervisores, aunque,
indiscutiblemente, no habría habido conflicto de ninguna especie si los
supervisor lo hubieran respetado la ley vigente; vale decir, si hubieran
liquidado sus ingresos en dólares de acuerda con las disposiciones
legales, si hubieran liquidado sus dólares a 14,33 escudos.
Sin
embargo, ya en 1969 quedó comprobado el hecho de que muchos empleados,
técnicos y supervisores del cobre no liquidaban sus ingresos en dólares
en el Banco Central, y el Gobierno de Frei, inclusive, siguió en el
juzgado de Calama un juicio contra ellos. No obstante, frente a la
amenaza de una huelga, no se siguió actuando. Se transó con ellos y
entonces quedó en claro que un grupo de chilenos tenía el derecho a
liquidar sus ingresos en moneda extranjera, no de acuerdo con las leyes
vigentes y el interés de Chile, sino de acuerdo con sus propios y
personales intereses. Si esto ocurrió en el Gobierno de Frei, no va a
ocurrir en el Gobierno de ustedes, compañeros.
Ellos
han amenazado con huelgas, y yo les digo a los supervisores que tienen
una obligación con su propia conciencia y con Chile. No pueden abusar de
la situación que implica el hecho que los técnicos tengan alta
responsabilidad en la producción y productividad de la empresa. Les
pido, como chileno, porque la mayoría son chilenos -hay tan sólo 80
extranjeros-, que piensen que hay millones de chilenos que ganan mucho
menos, pero mucho menos que ellos: y son profesionales, empleados y
obreros. Para qué decir los maestros; para qué decir los campesinos; los
propios altos jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros, en el grado
más alto de su carrera profesional, ganan mucho menos.
Que
no alteren las cosas, que no estiren la cuerda, que no nos amenacen con
huelgas, porque si van a la huelga les vamos a aplicar la Ley de
Seguridad Interior del Estado. Y yo apelo a los supervisores que no
están en ese predicamento, apelo a los obreros y empleados del cobre;
apela a mis compañeros del metal rojo. Ellos tienen que estar
vigilantes, ellos tienen que estar en pie de guerra. Si los supervisores
van a la huelga, no se pararán las minas; las minas seguirán
trabajando.
Yo
sé que éste es el único lenguaje que cabe, o sea, el de un compañero de
ustedes que ejerce la tarea de Presidente de Chile. Son ustedes junto
con nosotros los que tienen la responsabilidad de sacar a Chile del
marasmo y del retraso en que vive. Si acaso un sector de trabajadores
piensa que la lucha del pueblo está destinada a servir nuevos
privilegios, se equivoca. ¿Con qué derecho podrían los trabajadores
pedir que pusiéramos atajo a los banqueros, a los terratenientes, a los
que especulan con la moneda, si hay obreros y empleados que hacen lo
mismo? Ser revolucionario implica una nueva moral. Ser revolucionario
representa una conciencia honesta.
Por
eso a mí no me gustan los que hablan a cada rato de la revolución y son
incapaces de medir el alto y profundo sentido moral que tienen estas
palabras. Alguien dijo, y con razón, escribiendo en las murallas de
París, y lo he repetido porque es importante no olvidarlo: “La
revolución comienza en las personas antes que en las cosas”. Eso es lo
que deben tener ustedes, trabajadores del cobre: conciencia de ello,
conciencia de que el cobre, riqueza que se da a los chilenos, hay que
defenderlo trabajando más, produciendo más. Conciencia de que
nacionalizar el cobre va a crear contra Chile resistencias que tenemos
que vencer, vencer con esfuerzo, con sacrificio.
Por
eso, compañeros, empleados y obreros del cobre, técnicos del cobre, yo
apelo al sentido nacional de ustedes. Yo los llamo a cumplir con la
patria. Yo les exijo, en nombre de Chile y de la patria, el sacrificio
que ustedes deben entregar contra el privilegio; el esfuerzo de todos
contra la granjería. Es el tribunal de la nueva actitud contra Chile y
la historia. Yo tengo fe en ustedes, compañeros del cobre, que
entenderán mi lenguaje, que es el lenguaje del compañero Presidente."
Discurso de Salvador Allende el 7 de Febrero de 1971