Santa Fe, marzo 12 de 1832.
Señor Don Juan Manuel de Rosas.
Mi querido amigo y compañero:
Tengo en mi poder sus muy apreciables cartas de 12 y 18 del pasado, y
contrayéndome a contestar los varios e importantes puntos que ellas
abrazan, daré principio diciendo: que la cureña y armón para el cañón de
a 12, se han recibido ya, conducidos por el queche Constitucional.
Quedo prevenido de que cuando lleguen las corazas que usted aguarda,
me remitirá las ciento pedidas; ellas me son muy necesarias para las
tropas de las fronteras.
Ni los contrastes que ha padecido Espino, ni la lección misma que
éstos le han puesto ante sus ojos, ha sido bastante a hacerles variar
esa conducta insidiosa y falaz que siempre guia todos sus pasos; a pesar
del firme convencimiento en que siempre he estado del carácter de este
mozo, estaba resuelto a servirles, por las razones demostradas a usted
en mi anterior carta, pero lea usted ahora las que incluyo y conocerá
que en la misma fecha en que me escribía pidiéndome protección,
aseguraba al Presidente Rivera que no ha habido otra causa para
atacársele por los aliados para él haberse negado a hacer la guerra a
aquél. Acabe usted pues de conocer hasta qué grado llega la perversidad
de este infame hombre, y después de todas las imputaciones que ha
atribuido a mi persona y a esta Provincia he formado la resolución de no
acordarme de semejante hombre ni aún para despreciarlo.
He manifestado a los señores Benítez y Galisteo lo que usted me
indica en orden a sus sueldos; entiendo que ambos envían por este
conducto sus poderes para percibirlos. El correo ha entregado la casaca,
a la cual le daré destino. Yo no he encargado tal casaca.
Hasta aquí queda contestada su carta del 18, y ahora me contraeré a verificarlo con la reservada del 12.
Me he hecho cargo de las causas que influyeron y le aconsejaron a
dejar el mando, y las que después le han decidido a continuar hasta
cumplir los pocos meses que faltan del bienio.
No desconozco que fueron justificados los motivos que usted me indica
haber tenido, para formalizar su renuncia, pero sí debió ser a usted
mortificante y azaroso el conocimiento de la defección de algunos, y el
de todas las demás con causas que le pusieron en el caso de .renunciar
el Gobierno; no se puede dudar tampoco que ha debido ser doblemente
satisfactorio, el que conocidos los verdaderos motivos que le
imposibilitaban volver a gobernar se haya desplegado una decisión
general en favor de su persona, explicada de una manera que nada deja
que desear, y que le obliga a un justo reconocimiento. Ahora bien,
compare usted su actual posición con la mía, penetre de ella y decida
imparcialmente si no soy yo el que debo dejar el puesto, como estoy
resuelto a hacerlo, pero apoyado en motivos tan justos, que estoy bien
cierto nadie podrá contrariarlos.
Ya he manifestado antes de ahora a usted el modo en que he resuelto
conducirme para con el General Quiroga; es tan cierto que de él no he de
variar como me es satisfactorio el que haya merecido su aprobación: sin
embargo de ello, y a pesar de todas las razones que usted aduce en su
carta para sincerar la conducta de este General, yo no podré jamás
aprobarla, al menos para con usted y conmigo. Usted y yo no hemos jamás
traicionado la causa de los Pueblos, ni tampoco al señor Quiroga; hemos
si asegurádola y ensanchado el camino a su gloria a costa de sacrificios
mil y de nuestra propia existencia y hemos partido con el General
Quiroga esas mismas glorias que nos han tributado nuestros compatriotas:
¿de dónde, pues, arranca ese fuerte resentimiento el General para con
nosotros? Es bien cierto que ella no trae su origen del ridículo
pretexto que se ha querido hacer valer, como en mi anterior se lo he
demostrado a usted, conozco bien claramente de dónde trae aquélla su
origen, pero él y los demás que a mi respecto hayan formado juicios
equivocados creyendo tal vez que alimento ideas ambiciosas y deseos de
figurar, se convencerán dentro de poco, cuando voluntariamente me vean
bajar a la clase de simple ciudadano, que el Gobierno de Santa Fe jamás
tuvo otros sentimientos que los de conservar ilesa la soberanía e
independencia del Pueblo que preside, y de que las libertades públicas
en todas las Provincias que forman la República no fuesen holladas.
No me parece está demás que usted escriba al General Quiroga en el
sentido que piensa hacerlo; ojalá que sus razonamientos produzcan en su
razón lo que hasta ahora no han podido ni las explicaciones que se le
han hecho ni todo lo que se le ha escrito, ni la. última prueba que ha
podido dársele de nuestro odio a los enemigos del General Quiroga y
nosotros; marchando sobre ellos con la resolución que lo hemos hecho, y
dando al General una parte tan principal en esta empresa, que ella lo ha
colocado hoy en un grado mucho más elevado del que poseía antes de sus
pasados infortunios; si todo esto y lo demás que ha habido y que es
inútil detallar, no es lo bastante para que el señor Quiroga haya
ratificado su juicio respecto a nosotros, juicio con el cual nos ha
ofendido un poco; yo no encuentro que haya otros medios, por eficaces
que ellos sean, para hacerle variar de su opinión, trabajo en el cual
podrá entrarse únicamente en obsequio de esta infeliz Patria; en fin,
ojalá que usted consiga el objeto que se propone: mucho lo celebraré.
He leído con mucha atención todo lo que usted me dice en orden al
General Paz; he meditado muy detenidamente" sobre todas y cada una de
las razones que apoyasen su opinión respecto a lo que debe y es preciso
hacer con este General, y a pesar que mi carácter es y ha sido siempre
inclinado a la indulgencia, no puedo menos que confesar que el fallo de
usted es imperiosamente reclamado por la Justicia en desagravio de los
atroces atentados inferidos a los Pueblos y a las Leyes. Si algún
pretexto se presenta para salvar la vida de este hombre, es el mérito
que contrajo en la guerra contra los Brasileros, en que no se puede
negar que hizo un grande bien al País, mas yo no me atrevo a decidir si
esto sería lo bastante para salvar una vida que delitos espantosos
convencen que debe quitarse; en asunto tan grave, yo subordino mi
decisión a la que promulgue ese Gobierno. Pero cualquiera que sea la
resolución de usted, considero que habiendo los hechos del General Paz
injuriado no sólo a Buenos Aires y Santa Fe, si también a todos los
Pueblos de la República y causádoles males de difícil reparación, soy de
sentir que la pena que se le aplique a el General Paz, sea conforme al
pronunciamiento expreso de todos los Gobiernos confederados, o por medio
de una cosa semejante. Obrando de este mo;'o jamás se nos podrá
reprochar que le hemos sacrificado sólo por vengar resentimientos
personales, o conducidos por pasiones innobles; no se nos calumniará de
haber obrado con arbitrariedad, quedarán desagraviados los Pueblos a
quienes ha despedazado, y por último, habrán contraído un compromiso que
les demarca la conducta que tienen que observar en lo sucesivo, y lo
que les aguarda sino y cuán sus deberes. Si usted está de acuerdo con mi
opinión convendría que siil demora alguna me enviase redactada la nota
que debemos pasar a los Gobiernos, firmada por los dos, porque esto
considero que es peculiar. En íin, compañero, mi deseo en este negocio
grave, es que procedamos con acierto; por tanto, si usted viere que esta
indicación no es exacta, sírvase decirme francamente el modo en que
debemos expedirnos respecto al General Paz, para obrar de una vez, no
olvidando usted que en el mes entrante concluye mi Gobierno y concluirá
también con él mi intervención en los asuntos públicos.
Cuando consideré vidriosos los negocios del Entre Ríos hice venir
aquí a Don Francisco Álzaga porque él había sido nada menos que
secretario de Espino, y aunque pensé ponerlo preso, lo he conservado en
libertad; y ya se halla en el Paraná, adonde le he permitido que vaya
por hallarse ya aquella Provincia tranquila. No puedo concebir cómo se
haya podido escribir de aquí por persona alguna, lo mismo que yo he
dicho a usted que pensaba hacer con Álzaga, a nadie lo he dicho, aunque
parece que este asunto no merecía reserva.
Me ha parecido muy bien el modo en que ha obrado usted para con los
periódicos que me indica, y mejor aún el decreto expedido a este
respecto, esa libertad con que los periodistas se han considerado
autorizados para zaherir a unos y ultrajar a otros, y hablar ante el
público de lo más respetable que él tiene, con la misma desfachatez y
falta de respeto con que puede conducirse un marinero en una taberna, es
cosa a la verdad intolerable, y cuyo abuso ha traído graves males al
País: por consiguiente me ha sido muy agradable ver el modo con que se
ha manejado en este negocio ciertamente delicado, y aseguro a usted que
cuando se escriba aquí, ha de ser bajo los mismos principios adoptados
por ese Gobierno.
Los mismos temores que usted tiene hoy de que no le parezca bien al
General Quiroga la supresión de lo concerniente al señor Ibarra, fué lo
que tuve en vista para no publicar aquí dicha nota: porque no quería
publicar los defectos de un amigo, ni sufrir tampoco las extravagancias
del otro amigo.
En efecto, es muy claro el modo en que debió hacerse la disolución
del Ejército, y todo hombre que lea esos documentos conocerá no sólo la
regularidad con que se ha obrado, sino la poca consideración con que ha
sido mirada mi persona; verdad es que yo miro eso con mucha
indiferencia, como he mirado otras cosas que se han hecho y que he
procurado silenciarlas.
Quedo prevenido de hallarse el presente que su bondad me ha
proporcionado en poder la persona que me indica, yo le recibiré como una
memoria de la sincera amistad que nos une y que siempre me honraré de
sustentar, queriendo entre tanto aceptar la expresión más sincera de mi
gratitud.
Escribiré al compañero Ferré sobre Aguirre, y de su contesto avisaré a usted.
Queda como siempre su mejor amigo y compañero seguro servidor.
Estanislao López