Santa Fe, mayo 11 de 1835.
Convulsionada la mayor parte de la República: divididas y
fraccionadas las opiniones de los federales por la funesta ingerencia
que incautamente se ha dado a los unitarios en los negocios públicos;
muertos y alevosamente asesinados por las maniobras de éstos, algunos de
los más dignos defensores de la Federación; amenazada la tierra de ser
despedazada por sus implacables y feroces enemigos, y debilitándose cada
día más los elementos que debían conservarlo en el esplendor y
engrandecimiento a que es llamada por la naturaleza; el infrascripto
profundamente contristado a vista de tan lamentable calamidad, y del
cuadro tenebroso y desconsolante que presentaba la patria de los
argentinos, de esa patria tan heroica, como combatida de desgracias,
buscaba los medios de cortar males de tamaña magnitud, sin encontrar el
más seguro y eficaz por la influencia pública que ejercían los mismos
contra quienes debían dirigirse las meditaciones y acuerdos.
Todo parecía, pues, que estaba preparado, y nos conducía como por la
mano al precipicio, cuando el infrascripto recibió la respetable
comunicación que con fecha 20 del próximo pasado le ha dirigido el
Excelentísimo Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de
Buenos Aires, con inclusión de la ley de 7 de marzo último, en cuyo
importante documento se registra la acertada, oportuna y bien meditada
elección hecha en la muy benemérita persona de Vuestra Excelencia por el
voto libre y unánime de sus conciudadanos para presidir los altos
destinos de esa provincia heroica, confiriéndole toda la suma del poder
público, que rigurosamente exigían las actuales azarosas circunstancias
para poner término a los terribles males que aquejan a la patria.
Desde que el Gobernador de Santa Fe ha recibido los antedichos
documentos, y el derecho por el cual se ve hallarse Vuestra Excelencia
en posesión del mando, revestido del poder extraordinario que se le
confiere, han desaparecido todas las zozobras y recelos fundados de un
porvenir desastroso porque ve colocado al frente de los negocios de una
provincia tan respetable por su poder y su importancia política, y
confiadas también las relaciones exteriores de toda la República a la
hábil dirección del gran ciudadano, del virtuoso patriota, del ilustre
federal, cuyo celo y constancia infatigable por la causa sagrada de la
federación, que como el Excelentísimo Señor Gobernador lo dice con toda
propiedad en la nota a que se contesta, es tan nacional, como la de la
independencia, es la mejor garantía de que los pueblos no serán
defraudados en sus esperanzas, que renacerá la confianza entre los
Gobiernos confederados, tan precisa al sostén de fraternales relaciones,
como el elemento más vital de la dicha de la República; y su fin,
porque en su patriotismo a toda prueba escollarán las maquinaciones de
los perversos, y encontrará su castigo la maldad enmascarada.
Por tales consideraciones, y por otras de igual valor, es que el
infrascripto se ha complacido sobremanera al ver colocado a Vuestra
Excelencia en la altura del poder a que le hacen tan acreedor sus
eminentes servicios por la causa pública, protestándole de la manera más
solemne una perfecta cooperación en todo aquello que tenga
concerniencia al bien, prosperidad y tranquilidad del digno pueblo que
preside y de toda la República, no menos que al sostén de la gran causa
de la federación argentina, y a la conservación de las fraternales
relaciones y pactos subsistentes entre esa y esta provincia.
Después de todo lo dicho, resta sólo al infrascripto felicitar a
Vuestra Excelencia y en su respetable persona al Pueblo de Buenos Aires
por el honor y especial confianza que ha depositado en la persona de
Vuestra Excelencia, dignándose aceptar las sinceras protestas de
perfecta amistad y respetuosa consideración con que se complace en
saludarle.
Estanislao López Domingo Cullen