Buenos Aires, junio 23 de 1835.
Señor Don Estanislao López.
Mi querido compañero:
Asuntos muy graves de que no he podido prescindir, me han
interrumpido varias veces la contracción al trabajo de la intimación,
etc., sobre que estamos de acuerdo. Esto es tanto más largo, cuanto que
al mismo tiempo he tenido que contestar la dilatada correspondencia de
las Provincias del interior, por la relación que tiene con la misma
intimación acordada. Estoy ya al concluir todo, y dentro de pocos días
tendré el gusto de remitir a usted por un extraordinario lo que me pide
le mande hecho, y la contestación a sus cartas pendientes.
Respecto a las que usted dirigió al señor Ibarra y Reynafé
incitándolos a la unión, tiene usted razón para sentir este paso, tanto
más cuanto que luego circulaxon sus copias, pero también debe llenarse
de satisfacción si medita lo que yo he publicado desde el principio, aún
desde antes de mi exaltación al Gobierno, en los periódicos de esta
Ciudad, que he cuidado de remitir constantemente a los Gobiernos y a los
hombres influyentes de todas las Provincias del interior, y si se hace
cargo de lo que a este mismo respecto habré escrito a todos ellos será
una doble razón para su complacencia. Esta correspondencia, sobremanera
larga y voluminosa, estoy seguro que si la viese endulzaría las
amarguras que nunca faltan a los hombres de su clase en la penosa
carrera de los grandes negocios públicos. Pero a este respecto hay
bastante con lo que ya le he asegurado, y ahora le repito. Hoy mismo
cuando escribo ésta, ya deben haber recibido los expresados sujetos en
todas las Provincias citadas, la correspondencia de que hablé a usted, y
que condujeron los últimos correos, en donde a todos sin excepción les
digo entre otras muchas cosas lo siguiente:
"Con respecto al infame atentado cometido en la persona del ilustre
General Quiroga, ya .estamos conformes con nuestro compañero el señor
López, Gobernador de Santa Fe, sobre los poderosos motivos que hay que
creer que la opinión pública no es equivocada al señalar por todos los
pueblos que los unitarios ¿on los autores, y los Reynafé de Córdoba, los
ejecutores de tan horrendo crimen; y nos ocupamos en ver cómo podremos
depurar la República de tales monstruos sin inferir perjuicios a la
Provincia de Córdoba, en donde residen, los que serán inevitables, si es
preciso atacarlos con fuerza armada. Por lo que hemos pensado hasta el
presente sobre este delicado asunto, estoy en que ya muy pronto ambos
Gobiernos, invitaremos a los demás de las provincias hermanas para que
cada uno por su parte intime seriamente, y de un modo decidido al
Gobernador Don Vicente Reynafé que deje el puesto y sus hermanos, los
empleos que ocupan, y se pongan a disposición del Gobierno de esta
provincia, encargado de las Relaciones Exteriores, y principal
interesado en que se descubran y castiguen ejemplarmente los autores y
ejecutores de tan excecrable delito."
Cuando escribí esto bien conocía la necesidad todavía de la reserva
pero más fuerza me hizo la que había ya de no demorar la noticia del
juicio que teníamos formado, y de nuestra resolución. Conviene, pues,
guardar toda reserva hasta que pasen las circulares que le he de
remitir, según estamos de acuerdo, y que yo también he de dirigir
directamente. Luego que calculemos que habrán pasado, dirigiremos
nosotros las intimaciones que nos corresponden como Gobernantes de las
Provincias que presidimos.
El Coronel Corvalán no ha despachado la segunda remesa de dinero,
según las órdenes que tiene del señor Cullen, porque aún no había
parecido a otro patrón. Mas habiendo ayer llegado Casas, él la llevará
dentro de tres días que dice dará la vela. Dice dicho Corvalán que este
dinero, como que lo ha cambiado él, lo ha verificado con un ahorro de
trescientos treinta y tantos pesos, según él dará cuenta al señor Cullen
en nota que llevará el mismo portador. Ya debe usted hacerse cargo
cuánta habrá sido mi satisfacción al saber su mejoría. ¡Quiera Dios
continuarla como son mis sinceros deseos y ruego
Nada más puede decir a Usted por ahora su afectísimo compañero.
Juan Manuel de Rosas