Lima, 29 de agosto de 1821
Excmo. señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar.
Querido general:
Dije a usted en mi última del 23 del corriente que habiendo reasumido
el mando Supremo de esta república, con el fin de separar de él al
débil e inepto Torre-Tagle las atenciones que me rodeaban en el momento
no me permitían escribirle con la atención que deseaba; ahora al
verificarlo no sólo lo haré con la franqueza de mi carácter sino con la
que exigen los altos intereses de la América.
Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía
para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente yo estoy
íntimamente convencido o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de
servir bajo sus órdenes, con las fuerzas de mi mando, o que mi persona
le es embarazosa.
Las razones que usted me expuso de que su delicadeza no le permitiría
jamás mandarme, y que aun en el caso de que esta dificultad pudiese ser
vencida estaba seguro que el Congreso de Colombia no autorizaría su
separación del territorio de la república, permítame general, le diga no
me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En
cuanto a la seguida estoy muy persuadido la menor manifestación suya al
Congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se trata de
finalizar la lucha en que estamos empeñados con la cooperación de usted y
la del ejército de su mando y que el honor de ponerle término refluirá
tanto sobre usted como sobre la república que preside.
No se haga usted ilusiones, general. Las noticias que tiene de las
fuerzas realistas son equivocadas: ellas montan en el Alto y Bajo Perú a
más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos
meses.
El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no podrá poner
en línea de batalla sino 8.500 hombres, y de éstos una gran parte
reclutas. La división del general Santa Cruz cuyas bajas según me
escribe este general no han sido reemplazadas a pesar de sus
reclamaciones en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una
pérdida considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La
división de 1.400 colombianos que usted envía será necesaria para
mantener la guarnición del Callao y el orden en Lima.
Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación
que se prepara por Puertos Intermedios no podrá conseguir las ventajas
que debían esperarse, si fuerzas poderosas no llaman en la atención del
enemigo por otra parte y así la lucha se prolongará por un tiempo
indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente convencido que sean
cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia
de la América es irrevocable; pero también lo estoy de que su
prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para
los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la
continuación de tamaños males.
En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20
del mes entrante he convocado el primer congreso del Perú y al día
siguiente de su instalación me embarcaré para Chile convencido de que mi
presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con
el ejército de su mando.
Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de
la independencia bajo las órdenes de un general a quien América debe su
libertad. El destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse.
No dudando que después de mi salida del Perú el gobierno que se
establezca reclamará la activa cooperación de Colombia y que usted no
podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos
los jefes cuya conducta militar y privada pueda ser a usted de alguna
utilidad su conocimiento.
El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimiento, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense toda consideración.
El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimiento, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense toda consideración.
Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la república de
Colombia. Permítame, general, que le diga que creí no era a nosotros a
quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluida la guerra
los gobiernos respectivos lo hubieran transado sin los inconvenientes
que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos estados de
Sud América.
He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que
expresa esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio; si
llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían
prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para
soplar la discordia.
Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta
y un par de pistolas juntamente con el caballo de paso que le ofrecí en
Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus
admiradores.
Con estos sentimientos y con los de desearle únicamente sea usted
quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la
América del Sud, se repite su afectísimo servidor.
JOSÉ DE SAN MARTÍN
VER CORRESPONDENCIA SAN MARTÍN-ROSAS
- Carta de San Martín a Rosas. Agosto de 1838
- Carta de San Martín a Rosas. 2 Noviembre de 1848
- Carta de San Martín a Rosas. 29 de Noviembre de 1848
- Carta de San Martín a Rosas. 6 de Mayo de 1850