Grand Bourg, cerca de París, 5 de Agosto de 1838.
Exmo. Sr. Capitán General Juan Manuel de Rosas.
Muy señor mío y respetable general:
Separado voluntariamente de todo mando público, el año 23, y retirado en mi chacra de
Mendoza, siguiendo por inclinación una vida retirada, creía que este sistema, y más que todo,
mi vida pública en el espacio de diez años, me pondrían á cubierto con mis compatriotas de
toda idea de ambición á ninguna especie de mando ; me equivoqué en mi cálculo á los, dos
meses
de mi llegada á Mendoza, el gobierno que, en aquella época, mandaba en
Buenos Aires, no sólo me formó un bloqueo de espías, entre ellos á uno
de mis sirvientes, sino que me hizo una guerra poco noble en los papeles
públicos de su devoción, tratando al mismo tiempo de, hacerme
sospechoso á los demás gobiernos de las provincias; por otra parte, los
de la oposición, hombres á quienes en general no conocía ni aun de
vista, hacían circular la absurda idea que mi regreso del Perú no tenía
otro objeto que el de derribar la administración de Buenos Aires, y para
corroborar esta idea mostraban (con una imprudencia poco común) cartas
que ellos suponían les escribía. -Lo que dejo expuesto me hizo conocer
que mi posición era falsa y que, por desgracia mía, yo había figurado
demasiado en la guerra de la independencia, para esperar gozar en mi
patria, por entonces, la tranquilidad que tanto apetecía.
En estas circunstancias, resolví venir á Europa, esperando que mi
país ofreciese garantías de orden para regresar á él; la época la creí
oportuna el año 29: á mi llegada á Buenos Aires me encontré con la
guerra civil ; preferí un nuevo ostracismo á tomar ninguna parte en sus
disensiones, pero siempre con la esperanza de morir en su seno.
Desde aquella época, seis años de males no interrumpidos han deteriorado mi constitución,
pero no mi moral ni los deseos de ser útil á nuestra patria; me explicare:
He visto por los papeles públicos de ésta, el bloqueo que, el gobierno Francés ha establecido
contra
nuestro país ; ignoro los resultados de esta medida; si son los de la
guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis
circunstancias y la de que no se fuese á creer que me supongo un hombre
necesario, hacen, por un exceso de delicadeza que usted sabrá valorar,
si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus, órdenes; tres días
después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir á la Patria
honradamente, en cualquier clase que se me destine. Concluída la
guerra, me retiraré á un rincón - esto es si mi país me ofrece seguridad
y orden; de lo contrario, regresaré á Europa con el sentimiento de no
poder dejar mis huesos en la patria que me vio nacer.
He aquí, general, el objeto, de esta carta. En, cualquiera de los dos casos es decir, que mis
servicios, sean ó no aceptados, yo tendré siempre una completa satisfacción en que usted me
crea sinceramente su apasionado servidor y compatriota, que besa su mano.
JOSÉ DE SAN MARTÍN.
VER CORRESPONDENCIA SAN MARTÍN-ROSAS