Amigos rosarinos:
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Nuestro movimiento es un movimiento del trabajo que toma
todas las actividades nacionales del trabajo y que ennoblece a todos
los hombres.
(En ese momento se produce un arremolinamiento de
personas alrededor de la tribuna por la presencia de una persona
extraña y que pronto es reducida.)
Señores: Por favor, ya conocemos la técnica de mandar
gente a meter bochinche. Vuelvo a repetir que ni esta clase de
sabotaje puede impresionarnos a nosotros y les ruego, señores, que
sigamos por el bien de todos en orden.
Nuestro movimiento es un movimiento de trabajo, por eso
es un movimiento humilde y noble. Ha nacido bajo el esplendor de una
creación que representa el trabajo argentino en su organización y
defensa, que es la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ha comenzado con
hombres humildes que hicieron la bandera de su defensa en apoyo de la
Secretaría de Trabajo y Previsión, que puso en ejecución las leyes que
en este país, cuando se trataba de defender el trabajo, no se habían
cumplido jamás.
Nuestra doctrina puede explicarse en pocas palabras, en
sus aspectos económico social y político. En el aspecto económico,
tratamos de volver al hombre a la tierra para resolver el problema
demográfico y evitar el éxodo de los campos. Así he dicho, y más de una
vez, que el setenta por ciento estaba antes en el campo y ahora el
setenta por ciento está en las ciudades. Ello se debe a que la tierra,
como también lo he dicho, ha sido aquí bien de renta en vez de ser
más bien de trabajo, como debe ser en todos los pueblos.
Por eso sostenemos que la única manera de aumentar la
riqueza agrícola, ganadera y extractiva está en volver al hombre a la
tierra y darle en propiedad la tierra que trabaja, para que ella no
sea un bien de renta. Con ello hemos de evitar que en el futuro sigamos
artificialmente limitando la riqueza argentina. El mundo está
sediento, desea tomar buen vino, y en Mendoza arrancan cuarenta mil
hectáreas de vides. En vez de propugnar la riqueza estamos limitándola
artificialmente. Esa riqueza multiplicada por la industria permitirá
un ciclo de organización completo en su economía. Una mayor
industrialización permite comerciar y aumentar los precios y ello
permite una mejor distribución para el hombre; con ello aumentar los
precios y ello permite una mejor distribución para el hombre; con ello
aumenta su poder adquisitivo el trabajador y tiene mayor capacidad de
consumo. Seremos así una nación superalimentada, supervestida y
superhabitada. Estados Unidos de Norteamérica, por su extraordinaria
economía, consume el ochenta y cinco por ciento de su producción y
solamente exporta un veinte o un veinticinco por ciento.
Nuestra doctrina social es más simple. Ya lo explico con
un ejemplo que me dieron en Paraná cinco chicos. Nuestra doctrina
abarca ese gran principio humanitario. Estaban en el puerto y uno no
tenía botines. Nosotros desde a bordo les tiramos cinco pesos, que
cayeron en manos de uno que estaba bien vestido. Los cuatro chicos que
presenciaban la escena, dijeron: "No, eso no es para vos; es para ése
que está en patas". Y el chico entregó los cinco pesos al chico
descalzo. Ésta es nuestra doctrina; queremos que alguno de esos
grandes señores sepan entregar a los que no tienen botines. Queremos
que algún día se conduelan de sus semejantes los que todos lo tienen,
para que no haya descalzos y para que nuestra niñez aprenda a sonreír
desde que nace.
Nuestra doctrina social involucra a esos, cuando está
demostrando que en nuestro país, gran productor de trigo, es
inaceptable que en el interior no hayan quienes coman pan ni carne y se
ofrezca el doloroso panorama de que al sortear a nuestros ciudadanos
para el servicio militar, el cuarenta o el cincuenta por ciento de
ellos se encuentran inútiles por la debilidad de su constitución.
Cuando se cuida una nación lo primero que hay que cuidar es su capital
humano, por que no es reemplazable. Pero aquí más se cuida de una
máquina o de un motor que de quien la maneja o conduce. Nuestra
doctrina social, en su primera parte, busca estas conquistas. En la
segunda parte, otros aspectos para una mayor dignificación del
trabajo. En primer término, no aceptamos que por ser trabajadores les
esté cerrado el Gobierno la legislación en su país.
No aceptamos que nuestra democracia sea instrumento del
cual se sirven los eternos demagogos para despachar la nación en su
provecho. No aceptamos que un hombre esté privado del derecho como
ciudadano. Por eso pensamos que nuestra conquista social, además de
dignificar el trabajo, dispone la elevación de la cultura y la
humanización total. Queremos que el pueblo vaya al Gobierno y a la
legislación para compartir las responsabilidades y crear sus propias
leyes que han de regirlo en el trabajo.
Ésta, y no otra, es la razón de ser de nuestro
movimiento. Queremos también que la doctrina política llegue a
influenciar benéficamente en el país, organizándolo por métodos ideales
de gobierno, por la vía constitucional y legal; para la organización
de la masas ciudadanas, prestando por primera vez un movimiento
político perfecto y orgánico. Buscamos que defiendan la organización
política e institucional de la Nación.
Por eso, señores, nuestra doctrina integral tiene puntos
tan fundamentales que no han podido ser atacados. Ellos viajan en una
caravana que asemeja a los esforzados barqueros del Volga tirando el
carro de sus pecados y de sus culpas, y cuando se refieren a nosotros
nos calumnian y terminan deseando que nos muramos. Nosotros, en
cambio, hablamos de nuestras aspiraciones y de nuestros sueños, que
han de terminar con muchos pobres en esta tierra.
Nosotros no criticamos, no somos destructores, somos
constructores y deseamos hacer el bien. Por eso no cometemos el error
de los anacronismos que ellos cometen. Decían días pasados en una
tribuna que el coronel Perón no había dado ninguna conquista social. Que
el coronel Perón no le ha dado al pueblo ninguna mejora, y ellos en
su programa dicen que respetarán todas las conquistas sociales que
nosotros hemos conseguido. Pero ellos, que se comprometen a mantener
nuestras conquistas, financian sus viajes y sus propagandas con
dineros de la UIA. Yo quisiera saber, si hemos desarrollado
conquistas, y si ellos van a mantener esas conquistas, cómo se las van
a arreglar con la Unión Industrial, que nunca las ha querido.
Señores: podríamos seguir hablando largamente de esas
contradicciones, pero me interesa conversar con ustedes de otras más,
de importancia extraordinaria frente a los acontecimientos futuros.
El movimiento nuestro, para servir de mejor manera a la
causa, ha de cumplir los consejos que detallaré. Primero, todo aquel
que se sienta peronista, que se siente ligado a nuestra causa por
verdaderos lazos, que son los de la fraternidad, debe pensar que la base
de nuestro éxito se afirma en una absoluta unidad de nuestro
movimiento. Sabemos que en el movimiento peronista se han infiltrado
algunas fuerzas extrañas que tratan de producir disociación entre sus
filas. Cuando ello suceda, no hay que ser sensible en esta tarea de
disociación; es menester que los hombres de este movimiento sepan
discernir por sí y por su propia voluntad y no por influencia ajena.
El movimiento nuestro ha de precaverse de cuerpos extraños. Para ello,
recomiendo que estudie cada peronista el manifiesto que he de lanzar
por radio en cadena. Allí está perfectamente determinado cuál debe ser
el procedimiento de cada uno de nuestros hombres. También he de
terminar diciendo, como exigencia a todos los hombres de nuestro
movimiento, que cada uno cumpla con su deber. Nosotros nos
comprometemos a cumplir con lo nuestro, que es el de mantener
inquebrantable todas nuestras conquistas.
Propugnamos para el futuro nuevas conquistas que lleven a la Argentina a ser un país modelo por la justicia social.
Señores: deseo terminar estas palabras con una despedida
afectuosa para este pueblo de trabajadores que habita en Rosario,
formando el emporio más extraordinario del país, pueblo conocido en
todo el mundo como el puerto granero más grande del mundo, cuyo trigo
rosafé es el modelo para la clasificación de todos los del mundo,
obtenido con el trabajo y la dedicación de este pueblo.
Amigos rosarinos: bien saben los trabajadores de esta
tierra con cuánto cariño los recuerdo. Luchen, porque están luchando
por su porvenir. Recuerden que un hombre que defecciones es una fuerza
que se resta. Que vuestros hijos y vuestros nietos no puedan
reprocharnos ni echarles en cara porque han aflojado en un momento
decisivo de nuestra vida. Con esta invocación que os hace un hombre
que no piensa sino en el bien colectivo y que quiere que lo recordéis
en el futuro, me despido con un fuerte abrazo de verdad, que es un
abrazo de un camarada y de un hermano de causa.
Juan D. Perón
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