He sido comisionado, por el Ministerio de las
Fuerzas Armadas, para entregar a nombre del Ejército Rebelde estas
construcciones que fueron, hasta el 1° de enero de 1959, imagen del oprobio, de
la fuerza bruta y de la expoliación que se cernía sobre el pueblo de Cuba.
No es la primera vez que el Ejército Rebelde viene
a los niños de nuestra isla a hacerle entrega de los antiguos cuarteles. Ya
antes los cuarteles de Camagüey y Santiago de Cuba habían pasado, también, a
hacer fortaleza de la niñez. Pero cada vez que sucede esto, cada vez que se
transforma un antiguo bastión de la dictadura en una escuela, en una
institución destinada a forjar a los nuevos ciudadanos de la Cuba liberada, el
Ejército Rebelde muestra ese hecho con orgullo, anuncia que no será el último,
que seguirán todavía nuevas y nuevas entregas de cuarteles a la niñez cubana
hasta convertirlos a todos en escuelas.
¿Y por qué puede la Revolución Cubana realizar
estos actos en momentos en que es atacada y ofendida por asesinos y mercenarios
internacionales y por la reacción de los países más fuertes del Continente?
Sencillamente porque al entregar un cuartel, no se está debilitando la fuerza
del Ejército Rebelde, porque nuestro Ejército no cuenta solamente con los
hombres uniformados que van a constituir su vanguardia en el caso de tener que
defender con las armas nuestra soberanía. Nuestro Ejército está constituido por
todo el pueblo de Cuba.
Al entregar un cuartel y transformarlo en escuela
no hacemos otra cosa que convertir este antiguo símbolo del oprobio en un
recinto donde se forjarán los ciudadanos de Cuba que serán sus futuros soldados,
que en el día de mañana se necesita esa fuerza para defender nuestra isla.
Por eso con todo nuestro orgullo de Ejército
Popular, venimos hoy ante ustedes en esta ciudad mártir que conoció de las
amarguras de la guerra y de los asesinatos crueles, a entregar a la niñez de
Holguín su cuartel más fuerte para el mañana.
Esta escuela en nombre de nuestro Ejército damos
hoy por posesión a todo este magnífico pueblo.