Conferencia General del Celam. Carta apostólica "Ad Ecclesiam Christi". Río de Janeiro 1955. Documentos históricos de la Iglesia Católica
RIO DE JANEIRO (1955)
Iª Conferencia General del CELAM
CARTA APOSTOLICA "AD ECCLESIAM
CHRISTI"
DEL PAPA PIO XII A LOS OBISPOS
LATINOAMERICANOS
0. A Nuestro venerable Hermano Adeodato Giovanni Piazza,
Cardenal de la Santa Romana Iglesia, Obispo de Sabina y Poggio Mirteto,
Secretario de la Sagrada Congregación Consistorial, Presidente de la
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
Venerable Hermano Nuestro, salud y Bendición Apostólica.
A la Iglesia de Cristo, que vive en los Países de
América Latina, tan ilustres por su devoción a la religión, por luz de
civilización, y por las esperanzas que ofrecen de un porvenir de mayor
grandeza, se dirige con vigilancia igual al amor nuestro pensamiento.
Si a Nos, a quien por celestial designio fue encomendado
regir el entero rebaño de Cristo, corresponde la cotidiana y solícita cura de
todas las Iglesias, es muy natural que nuestras miradas se dirijan con
particular insistencia hacia los numerosos fieles que viven en ese continente. Ellos,
en efecto, unidos y hermanados -no obstante la diversidad de Patrias- por la
vecindad geográfica, por los vínculos de una común civilización, y sobre todo
por el gran don recibido de la verdad evangélica, constituyen más de la cuarta
parte del orbe católico: falange magnífica de los hijos de la Iglesia,
agrupación compacta de generosa fidelidad a las tradiciones católicas de sus
padres. Esta visión conforta nuestro espíritu en medio de las amarguras de los
combates y de las persecuciones a que se hallan expuestos en no pocas partes
del mundo el nombre cristiano y la misma fe en Dios.
Y, en verdad, no es que en alguna parte de América
Latina hayan faltado, incluso en nuestros días -y el recordarlo llena nuestro
espíritu de profundo dolor- luchas y vejaciones contra la Iglesia. Pero nada
hasta ahora, y por ello sean dadas gracias a Dios, ha servido para apagar en
estas vastas regiones la luz de salvación que emana de la Cruz de Cristo, que
como refulgente aurora se ha elevado en los mismos albores de su civilización.
Sin embargo, no queremos ocultarte, venerable Hermano
nuestro, que a esta consideración nuestra se une sin cesar una trémula ansiedad
al no ver aún resueltos los graves y siempre crecientes problemas de la Iglesia
en América Latina, especialmente el que con angustia y con voz de alarma es
denunciado justamente como el más grave y peligroso: la insuficiencia del
clero.
Consecuencias de causas que son bastante conocidas para
que haya que recordarlas minuciosamente, esa insuficiencia fue en el siglo
pasado, y por desgracia continúa siendo aún hoy -no obstante los generosos
esfuerzos realizados para poner remedio a ella- motivo por el que la vida
católica en ese continente manifiesta deficiencia cada vez más gravemente
peligrosa, aun estando sin ninguna duda profundamente arraigada en los
espíritus y distinguiéndose por magníficas manifestaciones, que han llegado a
veces hasta el heroísmo del martirio, corona de los fuertes.
Donde, en efecto, falta el sacerdote o éste no es
"vaso de honor, santificado, idóneo para uso del Señor, dispuesto para
toda obra buena" (2 Tim 2, 21), llega por necesidad a oscurecerse la luz
de la verdad religiosa, pierden vigor las leyes y los preceptos de vida dados
por la religión, languidece cada vez más la vida de la gracia, fácilmente se
corrompen en la relajación e incuria las costumbres del pueblo, y se debilita
tanto en la vida pública como en la privada esa saludable firmeza de
propósitos, que puede manifestarse únicamente cuando cada cual se atiene en
todas las circunstancias a los postulados del Evangelio.
Esta insuficiencia del clero secular y regular, que se
advierte hoy más aguda y más grave con relación a los tiempos pasados por la
aumentada mole de los problemas apostólicos de la Iglesia, constituye un
obstáculo o una rémora al menos para que los pueblos de la América Latina, por
Nos amadísimos, logren en el orden religioso los progresos que felizmente
realizan en no pocos otros campos.
Nos, confiando en la protección de Dios y en el
patrocinio de la Virgen Santísima, Reina de la América Latina, no compartimos
los tristes presentimientos que a algunos inspira semejante condición de cosas;
es más, en nuestro corazón alimentamos la esperanza de que dentro de no mucho
tiempo la América Latina pueda hallarse en condiciones de responder, con
vigoroso empeño, a la vocación apostólica que la divina Providencia parece
haber asignado a ese gran continente, o sea, ocupar un lugar preeminente en la
nobilísima misión de comunicar también a los demás pueblos, para lo futuro, los
deseados dones de la salvación y de la paz.
Para conseguir el cumplimiento de estos votos nuestros
es preciso, sin embargo, obrar con prontitud, con generoso valor, con energía;
no echando a perder preciosas energías, sino coordinándolas de manera que
resulten casi multiplicadas; recurriendo, si es necesario a nuevas formas y
nuevos métodosde apostolado que, aun dentro de la fidelidad a la tradición
eclesiástica, respondan mejor a las necesidades de los tiempos y aprovechen los
medios del moderno progreso que, si desgraciadamente a menudo sirven para el
mal, pueden también y deben ser en manos de los buenos, instrumento para obrar
valientemente por el triunfo de la virtud y la difusión de la verdad.
Es por ese motivo que Nos ha parecido oportuno,
recogiendo además el voto que Nos presentó el Episcopado de la América Latina,
que la Jerarquía Latinoamericana se reuniera para proceder al estudio a fondo
de los problemas y de los medios más aptos para resolverlos con esa prontitud y
plenitud que las necesidades exigen.
Por lo tanto, una vez que los Sagrados Pastores han
terminado la labor preparatoria de examen del estado actual y de meditación de
los remedios, próximamente se reunirán en Conferencia General los
representantes delegados de las diversas Provincias Eclesiásticas y de las
circunscipciones misioneras de América Latina para poner en común los resultados
del estudio llevado a cabo y llegar de mutuo acuerdo a conclusiones prácticas
para un florecimiento más vigoroso de la vida católica en todo el continente.
Participando de sus preocupaciones, agudizadas en Nos
por el apostólico afán, tenemos la satisfacción de encontrarnos en tu persona,
venerable Hermano nuestro, presentes en su reunión, llevándoos por medio de
esta Carta, como testimonio de profundo amor, nuestros augurios y nuestra
exhortación.
Nos estamos seguros de que al desarrollar el programa
propuesto a la Conferencia, los celosos y dignísimos Prelados detendrán su
atención en las formas más idóneas y más eficaces para suscitar, cultivar y
difundir cada vez mayor número de vocaciones del estado eclesiástico y
religioso entre los hijos de sus tierras; para formar, como conviene, santos y
bien preparados ministros de Dios y de la Iglesia; para tutelar, aun en medio
de los peligros y las tentaciones, el espíritu eclesiástico que debe distinguir
a quien está llamado a desempeñar el sagrado ministerio, con el fin sobre todo
de que ese espíritu se alimente cada vez más, de tal modo que toda la vida del
sacerdote, en la continua y generosa preocupación de cultivar la piedad y de
cumplir con el cotidiano deber apostólico, se halle vacía de vanidad y abunde
en plenitud.
Ahora bien, como es de prever que tan sólo dentro de un
plazo de tiempo no breve las vocaciones podrán cubrir las necesidades en cada
uno de los Países, un cuidado no menos atento habrá de dedicarse al modo mejor
para utilizar al servicio de la Iglesia en la América Latina también la
cooperación de clero proveniente de otras Naciones: clero que en modo alguno
puede ser considerado extranjero, ya que cada sacerdote católico que
verdaderamente responda a su vocación se siente cual si fuera hijo de la tierra
donde trabaja para que el Reino de Dios florezca y tome incremento.
Mas otro campo, de no pequeña utilidad, Nos vemos
abierto a la consideración de quienes tomarán parte en esta Conferencia
Episcopal: o sea, el del estudio de las posibilidades de llamar en ayuda del
clero a los que justamente son llamados sus auxiliares. En primer lugar, a los
religiosos no sacerdotes y a las religiosas que, por su misma vocación, son
indicados como los más preciosos y próximos colaboradores en la acción
apostólica; y luego, a las falanges de los seglares más generosos que saben
responder a la invitación del dueño de la mies evangélica, que con suave
urgencia los llama a participar, en diversa manera y con diferentes trabajos,
en la labor y en el premio de los obreros apostólicos.
Pensamos en verdad que mientras no ceje la insuficiencia
del clero, entre ellos principalmente podrá encontrar la Sagrada Jerarquía la
providencial e indispensable ayuda en la obra del sacerdote.
Estamos convencidos igualmente de que una aportación no
pequeña a la acción de las fuerzas apostólicas en la América Latina podrá
provenir de una cordial y bien organizada colaboración entre ellas así como del
estudio de las apropiadas formas de cura de almas que la experiencia demuestre
más idóneas para la peculiar condición de los tiempos, y de un empleo más
adecuado de los modernos medios técnicos como la prensa y la radio para
difundir e inculcar más eficazmente en las almas la palabra sagrada y las
enseñanzas de la Iglesia, maestra de verdad.
Así organizadas y como alineadas, las fuerzas católicas
podrán afrontar con mayor energía la ardua pero tan meritoria lucha en defensa
del reino de Dios y por su siempre más vasta difusión.
Muchos son, desgraciadamente, los asaltos de astutos
enemigos y para rechazarlos es necesaria enérgica vigilancia: como las insidias
masónicas, la propaganda protestante, las diversas formas del laicismo, de
superstición y de espiritismo que, cuanto más grave es la ignorancia de las
cosas divinas y más adormecida la vida cristiana, tanto más fácilmente se
difunden, ocupando el lugar de la verdadera Fe y satisfaciendo engañosamente
las ansias del pueblo sediento de Dios. A ellas se añaden las perversas
doctrinas de los que, bajo el falso pretexto de justicia social y de mejorar
las condiciones de vida de las clases más humildes, tienden a arrancar del alma
el inestimable tesoro de la religión.
Otros temas, además, habrán de ser -por su urgencia-
tratados con la más diligente atención en la Conferencia: vastísimo, en efecto,
es el campo que se ofrece a los triunfos de la Fe Católica.
A más de los otros temas de suma importancia, estos que
siguen no deben ser descuidados: América, con hospitalaria caridad, acoge en
sus vastas regiones, ricas en minas, productos agrícolas y cuanto es necesario
para la vida, a multitudes de personas a las que la necesidad o la violencia
aleja de su Patria La transmigración de tanta gente, como fácilmente se
comprende, suscita muchos problemas, sobre los que hemos llamado la atención y
dado normas con la Constitución Apostólica "Exsul Familia"
particularmente por lo que se refiere a la asistencia espiritual a los
emigrados.
Queremos subrayar además cuán necesaria es la presencia
maternal de la Iglesia, con su luminosa enseñanza y con su generosa actividad,
en el campo social: tema éste que si en todos los pueblos es merecedor de la
mayor consideración, en las Naciones Latinoamericanas ofrece motivos
particulares para reclamar la solicitud pastoral de la Sagrada Jerarquía, ya
que se trata de cuestión íntimamente ligada con la vida religiosa.
Por último, queremos añadir una palabra sobre las
posibilidades y grandes ventajas de una más amplia y cordial colaboración, a la
que paternalmente invitamos no solamente a la Jerarquía y a los fieles de las
diversas naciones Latinoamericanas, sino también a todos los demás pueblos que,
de un modo o de otro, pueden prestar ayuda y sostén: esa ayuda y ese sostén que
confiamos la América Latina podrá devolver más adelante, grandemente
multiplicados, a la entera Iglesia de Cristo cuando -conforme a nuestros votos-
pueda contar felizmente con las vastas y preciosas energías que casi parecen
esperar la mamo del sacerdote para dedicarse con activo entusiasmo al servicio
de Dios y de su Reino.
Al mismo tiempo que, movidos por paternal afecto,
sentimos esta consoladora esperanza de un porvenir más fausto, esperanza que
confiamos al Corazón Sacratísimo de Jesús y a la Inmaculada Virgen Madre de
Dios, Nos tenemos la satisfacción de impartir a Ti, venerable Hermano nuestro,
a los amadísimos Cardenales, Arzobispos, Obispos y Prelados de la América
Latina, y ante todo a los que tomen parte en la próxima Conferencia de Río de
Janeiro, con el fin de que a su empeño y a sus trabajos acompañen
abundantísimos frutos, nuestra Bendición Apostólica, que de corazón extendemos
también a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los
fieles de la América Latina.
Dada en Roma junto a San Pedro, el 29 del mes de junio
del año 1955, XVII de nuestro Pontificado.
PIVS PAPA XII
DECLARACION
DE LOS CARDENALES,
OBISPOS Y DEMAS PRELADOS
REPRESENTANTES DE
LA JERARQUIA DE AMERICA LATINA
REUNIDOS EN LA
CONFERENCIA EPISCOPAL DE RIO DE JANEIRO
Después de haber examinado atentamente los distintos
temas que han sido sometidos a nuestro estudio, llegando a conclusiones que
serán oportunamente llevadas al conocimiento de toda la Jerarquía
Latinoamericana, sentimos la necesidad de dirigirnos al Clero secular y
regular, a las religiosas y a los fieles de las diversas naciones representadas
en la Conferencia, para expresarles nuestro profundo agradecimiento por la
ayuda espiritual de sus oraciones y por el especial interés con que nos han
acompañado en tan memorables jornadas. Que Dios Nuestro Señor bendiga a este
Clero celoso y sacrificado y que esta bendición redunde en bien espiritual de
los fieles encomendados a nuestro ministerio.
Antes de terminar estas labores, y en la seguridad de
que las decisiones tomadas podrán convertirse en realidad sólo con la
colaboración abnegada, solícita y eficiente de todos, creemos necesario llamar
la atención de nuestros sacerdotes y fieles sobre los puntos principales
tratados en esta Conferencia, por su especial y fundamental importancia.
I. El estudio de la situación de nuestras naciones ha
evidenciado una vez más que, si por una parte el inmenso don de la fe católica
sigue siendo, gracias a Dios, patrimonio común de todas ellas, por otra es
indispensable que dicho patrimonio se incremente de manera que esa misma fe se
difunda más y más e informe integralmente el pensamiento, las costumbres y las
instituciones de nuestro Continente. Para ello es ante todo indispensable un
Clero numeroso, virtuoso y apostólico, que pueda realizar una obra más amplia y
profunda de evangelización, como América Latina lo exige con urgencia.
Así pues, la Conferencia ha tenido como objeto central
de su labor el problema fundamental que aflige a nuestras naciones, a saber: la
escasez de sacerdotes.
La Conferencia estima que la necesidad más apremiante de
América Latina es el trabajo ardiente, incansable y organizado en favor de las
vocaciones sacerdotales y religiosas, y hace por tanto un fervoroso llamamiento
a todos, sacerdotes, religiosos y fieles, para que colaboren generosamente en
una activa y perseverante campaña vocacional.
Para ello hay que formar la conciencia sobre la gravedad
y trascendencia del problema; hay que acentuar la responsabilidad que tienen en
su solución el Clero, los educadores, los fieles todos y, de manera especial,
los padres de familia que deben ser los instrumentos más eficaces en la obra de
las vocaciones.
Formada la conciencia del problema, hay que emplear las
armas de la oración y del apostolado. La oración es el medio primero, más
poderoso e insustituible para despertar vocaciones, pues el mismo Jesucristo
nos enseñó que hay que orar para tener operarios en su campo: "Rogate ergo
Dominum messis ut mittat operarios in messem suam" (Lc 10, 2).
Es pues vivísimo deseo de esta Conferencia que la obra
de las Vocaciones Sacerdotales sea considerada en todas las Diócesis como la
obra fundamental e inaplazable, la que debe afanar a todos, la que merece la
afectuosa solicitud y la efectiva ayuda de todos.
Asimismo deseamos que sea apoyada y favorecida en
nuestros Países la obra de las Vocaciones Religiosas, según sus propios
estatutos.
Con sentimientos de paternal agradecimiento recordamos y
alabamos a los religiosos que, en nuestros días, trabajan incansablemente -en colaboración
con el clero secular- para conservar y acrecentar la vida cristiana de nuestros
fieles, y a las religiosas que, con la oración y múltiples formas de apostolado
y de asistencia, prestan su ayuda eficaz para la realización del mensaje
evangélico en nuestro Continente.
No queremos dejar pasar la oportunidad de recordar
también a los seglares que, conscientes de la trascendental importancia y de la
extrema urgencia de la labor apostólica en que se encuentra empeñada la
Iglesia, militan en una u otra organización de apostolado, con plena sumisión a
las directivas y disposiciones de los Romanos Pontífices y de la Sagrada
Jerarquía, con efectiva coordinación de esfuerzos en el campo parroquial,
diocesano y nacional. A la Acción Católica y demás asociaciones de apostolado
enviamos nuestra sincera palabra de complacencia por la meritoria labor hasta
ahora realizada y nuestra paternal voz de aliento para que, aumentando cada vez
más sus filas, continúen con renovado empeño las tareas que les han sido señaladas.
II. Junto con la campaña vocacional, debe emprenderse
otra, no menos fundamental ni tampoco menos general: la de la Instrucción
Religiosa.
Al examinar la situación de nuestro Continente es motivo
de consuelo el comprobar la ingente labor apostólica que aquí se ha realizado y
se realiza. Hay que agradecer y bendecir el generoso esfuerzo de los
predicadores, de los educadores, de los catequistas y de cuantos militan en
organizaciones de apostolado, por difundir la doctrina cristiana. No es posible
sin embargo desconocer que a nuestros pueblos, a causa de la escasez de clero
anteriormente señalada, aún les falta a menudo la debida instrucción, mientras
el tesoro de nuestra fe católica se halla amenazado por numerosos enemigos, que
tratan de arrebatar la mejor herencia de América Latina.
La Santa Iglesia, por disposición de Dios, es la
depositaria de la doctrina cristiana que, fundándose en los principios eternos
e indestructibles de la verdad divina, da la solución de todos aquellos
problemas que tocan directa o indirectamente la vida espiritual y moral del
hombre, para que éste realice plenamente su condición de hijo de Dios y se haga
digno de las promesas del Cielo. Pero esta doctrina es conocida demasiado
superficialmente, y por eso los enemigos de la fe pueden tan frecuentemente
sembrar la duda para cosechar la indiferencia y hasta la apostasía o la
irreligiosidad.
No es posible menospreciar este peligro: los adversarios
de nuestra herencia católica son poderosos bajo diversos aspectos; y es muy
doloroso confesar que, en muchos casos, nuestros fieles no están preparados
suficientemente para salir victoriosos de la prueba. De ahí la necesidad de una
labor más intensa y profunda de instrucción y educación religiosa.
El mensaje de Cristo debe ser ampliamente conocido por
todos. Con su luz deben iluminarse las inteligencias para que se formen las
conciencias cristianas.
Debe ponerse en consecuencia especialísimo cuidado en
dar una más amplia y sólida preparación a aquéllos que, por su misma vocación,
han de ser los maestros de los demás. No solamente los aspirantes al sacerdocio
deben recibir una formación que responda a las exigencias actuales; una
adecuada formación se requiere también en los que, llamados por Dios a la tarea
de la educación de la niñez y juventud, buscan en esta forma de apostolado la
santificación propia: ellos, religiosos y religiosas, deben tener una verdadera
competencia para el ejercicio de este sublime ministerio. También aquellas
almas generosas que trabajan en la bienhechora obra del catecismo, recordando
que nadie da lo que no tiene, deben esmerarse en poseer un conocimiento pleno
de las verdades que han de enseñar.
Uniendo los esfuerzos de todos se conseguirá una acción
más fecunda y más eficaz. El Clero, en primer lugar, intensificará su acción
evangelizadora, disipando con la predicación, con la catequesis y demás formas
de instrucción, las tinieblas de la ignorancia. Por su parte los religiosos
educadores considerarán como su misión específica no sólo la preparación
académica de los alumnos, sino también -y de manera particular- la formación en
ellos de una conciencia profunda e integralmente cristiana. Y que esta obra de
formar la recta conciencia sea ampliamente secundada sobre todo por los
seglares que tienen el alto honor de colaborar en las filas de la Acción
Católica.
III. Resuena con angustia en nuestros oídos la voz de
nuestro Santísimo Padre f. r.; "¿Quién, y sobre todo qué sacerdote y qué
cristiano, podría permanecer sordo al grito que brota de lo más hondo de la
humanidad y que en el mundo de un Dios justo llama a la justicia y a la
fraternidad?" (Pio XII, Radiomensaje de Navidad [1943]).
De ahí que con Su Santidad esperamos con ansia ver lo
más pronto posible, de los escombros de un mundo viejo y caído en ruinas,
"surgir un mundo nuevo, más sano, jurídicamente mejor ordenado, más en
armonía con las exigencias de la naturaleza humana" (Pio XII, Radiomensaje
[1945]).
El panorama social que presenta el Continente
latinoamericano nos permite advertir que, no obstante el cúmulo de bienes que
la Providencia ha depositado en él para beneficio de sus pobladores, no todos
disfrutan efectivamente de tan rico tesoro, ya que muchos de sus habitantes
-especialmente entre los trabajadores del campo y de la ciudad- viven todavía
en una situación angustiosa.
Tan deplorable condición de vida material, que pone
evidentemente en peligro el bienestar general de las naciones y su progreso,
repercute forzosa e inevitablemente en la vida espiritual de esta numerosa
población.
De un modo especial observamos la honda y rápida
transformación que se verifica en las estructuras sociales de América Latina, a
causa del intenso proceso de industrialización, y nos preocupa la necesidad de
que el pensamiento cristiano, tan a menudo ausente de ella, la informe y anime.
Para ello se requiere la presencia activa de la Iglesia,
a fin de influir en el mundo económico-social, orientándolo con la luz de su
doctrina y animándolo con su espíritu.
Esta presencia ha de realizarse en tres formas:
iluminación, educación, acción.
a) La primera tarea, que es la de iluminar, se ejecuta
difundiendo la doctrina social de la Iglesia, a fin de que llegue a ser a
patrimonio de toda la comunidad católica. Esta doctrina es, en palabra de Su
Santidad Pío XII, "necesaria y obligatoria"; forma parte integrante
del Evangelio y de la moral cristiana, y por tanto debe incluirse en la
catequesis y enseñarse sistemáticamente en los Seminarios, Colegios y
Universidades, Centros de Acción Católica y de formación cristiana.
b) Es preciso educar a todos los católicos en el
cumplimiento del deber social: ésta es la segunda tarea necesaria.
Corresponde al sacerdote trabajar intensamente en la
formación de una conciencia social, viva y operante, y la Acción Católica tiene
también en esta obra un papel trascendental.
c) El pensamiento cristiano, según las enseñanzas
pontificias, contempla como elemento importantísimo la elevación de las clases
necesitadas, cuya realización enérgica y generosa aparece a todo discípulo de
Cristo, no solamente como un progreso temporal, sino como el cumplimiento de un
deber moral.
Para ello se requiere la acción. El laicado católico,
bien instruido y bien formado, tiene una tarea especial e insustituible en la
animación y verificación del mundo económico-social.
IV. Al hacer sentir la presencia de la Iglesia en la
solución de los graves problemas de la justicia social, no se olvide el deber
de atender adecuadamente a las necesidades de la población indígena: es decir,
de aquella clase que, retrasada en su desarrollo cultural, constituye para
América Latina un problema de especial importancia.
Gloria de la Iglesia es haber emprendido la obra de su
civilización y de su evangelización; gloria suya haberla defendido contra los
que quisieron abusar de ella en otros tiempos; gloria suya haberle infundido
ese profundo sentimiento religioso que solamente espera una labor perseverante
para que el "indio" se incorpore con honor en el seno de la verdadera
civilización.
La obra de las Misiones entre los infieles llena las
páginas más bellas de la historia de la Iglesia en América. Que esta obra
continúe gloriosa, gracias al espíritu apostólico que, hoy como antaño, tan
poderosamente anima a nuestros misioneros. Queremos también alabar las
generosas iniciativas que se están despertando en nuestros Países en favor de
las Misiones, hasta llegar a contar ya con Institutos de Misiones Extranjeras y
con Congregaciones Misioneras femeninas. Invocamos la abundancia de los favores
celestiales para el incremento de esa semilla, germinada en nuestras tierras.
He aquí los puntos que presentamos a la consideración
del Clero y de los fieles, al finalizar esta Asamblea, reunida en Río de
Janeiro después de los grandiosos triunfos de Jesús Sacramentado. Espontáneamente
nos vienen las palabras de la Sagrada Liturgia: "Congregavit nos in unum
Christi amor". En el Sacramento del amor está la fuente de sobrenatural
energía para el cumplimiento de la tarea que la Iglesia nos ha confiado. No olviden
nuestros Sacerdotes y fieles que en el Santo Sacrificio de la Misa, en la
Comunión frecuente y diaria, como en la devoción a María Santísima -Madre y
Reina del Continente americano- encontrarán ellos también el secreto de la
fecundidad para la labor apostólica que deben realizar en esta hora de tan
graves responsabilidades para América.
Nos ha sido motivo de sumo consuelo y aliento la
generosísima participación que el Augusto Pontífice gloriosamente reinante ha
querido tomar en nuestra Asamblea, sobre todo dirigiéndonos las importantísimas
Letras Apostólicas "Ad Ecclesiam Christi" que constituyeron para
nosotros la "Magna Charta" en los trabajos y en las conclusiones de
la Conferencia.
Con la más profunda satisfacción transmitimos a todos la
paternal Bendición Apostólica que Su Santidad se dignó concedernos, haciéndola
extensiva a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de América Latina.
Rio de Janeiro, 4 de agosto de 1955.
TEXTO
Preámbulo
. Los Cardenales del Brasil, Colombia, Cuba, Chile,
Ecuador, y los Arzobispos y Obispos Delegados de las Provincias Eclesiásticas y
territorios de misión de América Latina, por paternal y providencial decisión
de Nuestro Santísimo Padre, el Papa Pío XII, felizmente reinante, reunidos en
Conferencia General de carácter no conciliar, del 25 de julio al 4 de agosto
inclusive del año mil novecientos cincuenta y cinco, en la ciudad de San
Sebastián de Río de Janeiro, bajo la presidencia del Emmo. Señor Cardenal
Adeodato Giovanni Piazza, Secretario de la Sagrada Congregación Consistorial,
nombrado para esta presidencia por Su Santidad, en las Letras Apostólicas
"Ad Ecclesiam Christi" con la asistencia del Excmo. y Revdmo. Monseñor
Antonio Samoré, Secretario de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos,
y fielmente guiados por las sapientísimas consideraciones y normas que en
dichas Letras se contienen, venimos en declarar que:
1. Hemos examinado atentamente la situación religiosa de
cada uno de los Países de la América Latina, poblada por cerca de ciento
cincuenta millones de fieles, tan profundamente cara a nuestro corazón de
padres y pastores.
2. Hemos considerado, por tanto:
a) lo mucho que, por la gracia de Dios, hay de laudable
y consolador en esta situación, todo lo que hace de Latinoamérica un inmenso
continente que se "enorgullece de su fe católica", y una magnífica
esperanza para toda la Iglesia de Cristo;
b) las deficiencias y dificultades que nacen de los
peculiares problemas religiosos de nuestras Naciones y las que provienen de los
movimientos anticatólicos que tienden a intensificarse en ellas;
c) el angustioso problema, sobre todo, de la escasez de
ambos cleros en todos los Países del Continente, "hoy más acuciante y
grave que en tiempos pasados, por la creciente magnitud de los problemas de
índole apostólica que incumben a la Iglesia".
3. Hemos tenido presente la necesidad, no sólo de
salvaguardar el patrimonio de la fe católica en América Latina, sino también de
que este gran Continente, responda plenamente -conforme a los vivos deseos y
anhelos del Vicario de Cristo- a su vocación apostólica.
En consecuencia, confiando en el Santísimo Corazón de
Jesús y en la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Reina de América, hemos
llegado a las conclusiones que a continuación se expresan, y las proponemos
respetuosamente a todo el Episcopado Latinoamericano, a fin de que puedan ser
diligentemente estudiadas, junto con la documentación de la Conferencia, no
sólo por cada uno de los Excmos. Ordinarios, sino también por las Conferencias
Episcopales -Nacionales y Provinciales- para profundizar más en la solución de
los problemas y aplicar concretamente a las necesidades de cada jurisdicción
eclesiástica las sugerencias y remedios contenidos en dichas conclusiones.
La Conferencia desea en esta circunstancia llamar la
atención de todos los Excmos. Ordinarios y de los sacerdotes Latinoamericanos
sobre la conveniencia de tener presente cuanto sabiamente fue dispuesto en el
Concilio Plenario Latinoamericano celebrado en Roma en 1899, que aun hoy día
constituye la base primordial del desarrollo de la vida eclesiástica y
espiritual en el Continente.
PARTE 1
TITULO I
VOCACIONES Y
FORMACION DEL CLERO SECULAR
Capítulo I
VOCACIONES PARA EL
CLERO SECULAR
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
habiendo tomado en especialísirna consideración la exigencia fundamental de una
activa campaña en favor de las vocaciones sacerdotales, a fin de satisfacer con
un número adecuado de sacerdotes virtuosos y apostólicos las crecientes
necesidades espirituales y morales de los pueblos de América Latina:
1. Recuerda la necesidad de emplear, en primer término,
los medios sobrenaturales, y por tanto hace una apremiante llamada a todos los
sacerdotes y fieles, para que sigan poniendo en práctica, de manera habitual y
con una siempre mayor intensidad, el medio supremo señalado por Nuestro Señor
Jesucristo: "Rogate ergo Dominum messis ut mittat operarios in messem
suam" (Lc 10,2), insistiendo en la oración, tanto individual como
colectiva, para alcanzar numerosas y selectas vocaciones al estado sacerdotal.
2. Llama la atención sobre la importancia de emplear
todos los medios aptos para intensificar la vida cristiana en los hogares,
mediante misiones periódicas, ejercicios espirituales internos o externos,
catequesis de adultos, predicación constante, etc., para crear así el ambiente
más propicio al florecimiento de las vocaciones.
3. Urge la fundación en todas las parroquias -siempre
que sea posible- de la obra de las Vocaciones Sacerdotales, afiliada a la obra
Pontificia a través del competente organismo diocesano.
4. Con el objeto de que se formen las conciencias en la
gravedad y trascendencia del problema, y se acentúe la responsabilidad que
tienen en su solución el Clero, los educadores, los fieles todos y, de manera
especial, los padres de familia, que deben ser los instrumentos más eficaces en
la obra de las vocaciones, recomienda encarecidamente:
a) la celebración anual del "Día del
Seminario", con adecuados actos de piedad y con una intensa propaganda,
que dé a conocer a las almas la grandeza del Sacerdocio y la importancia
capital de la labor formativa que se realiza en los seminarios;
b) la celebración en los seminarios y dondequiera
parezca oportuno, de actos adecuados a los que se invite a los padres de
familia, bienhechores, etc., para dar a conocer la importancia y las
necesidades de la obra de formación de los futuros sacerdotes para lograr una
adecuada comprensión y colaboración, sobre todo por parte de las familias.
5. Ruega de un modo especial a los sacerdotes, y en
particular a los párrocos:
a) que además de cumplir fielmente lo prescrito en el
canon 1353 del Código de Derecho Canónico, procuren impulsar la creación del
llamado "pequeño clero", o grupo de niños y jóvenes esmeradamente y
cuidadosamente atendidos por medio de la dirección espiritual, la instrucción
religiosa, etc., que colaboren como acólitos en el servicio de la Iglesia,
formando así un clima propicio en el que fácilmente pueda arraigar la semilla
de la vocación;
b) que creen, donde aún no existan, escuelas
parroquiales, las cuales pueden constituir un ambiente particularmente
favorable al nacimiento de las vocaciones sacerdotales, y procuren también
fomentar éstas entre los alumnos de los demás centros de enseñanza, desplegando
un afán apostólico, que ganará en eficacia si se logra siempre una estrecha
colaboración entre los sacerdotes y los maestros;
c) que se cultive de modo especial a los jóvenes de las
diversas asociaciones católicas -de carácter universitario, obrero, deportivo,
etc.-, dándoles una más intensa formación cristiana; así, además de prepararlas
para el apostolado seglar, se podrá despertar en sus almas el deseo de servir a
Dios en el Sacerdocio.
6. Subraya la importancia que tienen para favorecer
también el aumento de las vocaciones:
a) el nivel, no sólo espiritual y moral, sino también
social y material de los seminarios, conforme a las exigencias de la higiene y
de la sana pedagogía;
b) la preparación literaria y científica de los
aspirantes al sacerdocio, la cual debe ser por lo menos no inferior a la de los
seglares que frecuentan análogos cursos de estudios, cuidando de que, donde sea
posible y parezca conveniente, se obtenga el reconocimiento civil de los
títulos de estudio concedidos en los seminarios.
7. Aconseja que, aun dando toda la importancia debida a
la esmerada selección de los candidatos al Sacerdocio, no se condescienda con
inoportunas y exageradas consideraciones de raza, clase social o edad.
Capítulo II
FORMACION EN EL
SEMINARIO
Artículo I
Principios
generales
La Conferencia:
8. Recuerda que, según las directrices y normas de la
Santa Sede, el interés práctico y constante en la formación de los sacerdotes,
elegidos por el Señor para ser guía, luz, y maestros de los demás, debe ser
considerado por los Excmos. Ordinarios como su deber apostólico de más
trascendencia.
9. Encarece:
a) que todos los Superiores se esfuercen por mantener en
los seminarios el ambiente espiritual, intelectual y humano necesario para
formar santos, doctos e idóneos sacerdotes;
b) que se unifique el sentir de los superiores,
profesores y confesores, de manera que en la formación de los seminaristas
procedan siempre sin diferencia de criterio, bajo la dirección del Rector.
10. Considera de gran utilidad la creación de una
Conferencia Latinoamericana de Seminarios que, promoviendo reuniones
periódicas, principalmente de los Rectores y Directores Espirituales, logre la
mayor uniformidad en la formación sacerdotal y sea medio eficaz para facilitar
el intercambio de impresiones y experiencias sobre planes de estudio, métodos
de enseñanza, textos, problemas espirituales y pedagógicos, etc.
11. Conforme a las reiteradas instancias de los Sumos
Pontífices, expresa fervientemente a los Excmos. Ordinarios el deseo de que
todas las Diócesis procuren enviar a Roma algunos de entre los mejores alumnos,
para perfeccionar su formación sacerdotal en el Pontificio Colegio Pío Latino
Americano o en el Pontificio Colegio Pio Brasileño.
Artículo II
Formación
espiritual
Dado que la eficacia de la formación recibida por los
seminaristas y los frutos de su futuro ministerio sacerdotal dependen de que
adquieran, ya en el Seminario, la necesaria vida interior, que les llevará a
considerar y valorar todas las cosas a la luz de una profunda y constante
visión sobrenatural, la Conferencia:
12. Insiste en la necesidad de:
a) que se escojan para los cargos de Superiores y
profesores de los Seminarios, tanto Mayores como Menores, sacerdotes virtuosos
y doctos, que con la palabra y el ejemplo sean de continua edificación para los
seminaristas y que se evite, en lo posible, elegir prefectos de entre los mismos
alumnos;
b) que se haga con particular prudencia la designación
del Director Espiritual, llamado a desempeñar, bajo este aspecto, una misión
tan decisiva;
c) que el Director Espiritual pueda entregarse a su
labor con una dedicación plena, sin que otras actividades le distraigan de la
que es su principal obligación;
d) que, cuando los alumnos sean muy numerosos, se
designen algunos sacerdotes que ayuden en su tarea al Director Espiritual, y se
pueda así, dedicar a cada seminarista el tiempo que necesite;
e) que, conforme a lo prescrito en el canon 1361 ß l del
Código de Derecho Canónico, se designe un número suficiente de confesores,
cuidadosamente elegidos, a quienes los seminaristas puedan acudir con libertad.
13. Aconseja con especial interés que:
a) los Rectores y demás Superiores, y de modo
particular, los Directores Espirituales, tengan un trato constante e individual
con los seminaristas, para que la confianza filial de los alumnos en los
Superiores, que nacerá de ese trato, facilite su mejor formación;
b) el Director Espiritual, en las instrucciones
colectivas a los alumnos, siga un programa previamente estudiado con el Rector;
c) los Directores Espirituales se dediquen con el máximo
empeño a crear en los aspirantes al Sacerdocio el hábito de una profunda vida
interior, les instruyan con prudencia acerca de la vida que en realidad van a
llevar fuera del Seminario, y les expongan las dificultades que habrán de
encontrar, al mismo tiempo que los medios poderosos de que disponen para ser
fieles a su altísima vocación.
14. Recomienda asimismo que:
a) se eduque a los seminaristas en la imitación de
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y en la dependencia del Obispo, de cuyo
apostolado es cooperador el sacerdote, inculcando, especialmente en los
estudiantes de teología, la convicción práctica de la grandeza del apostolado
en él, enseñándoles que el propio ministerio pastoral es fuente de
santificación y de perfección;
b) se fomente el conocimiento y la imitación de los
sacerdotes del Clero secular que han alcanzado la santidad, cuyos ejemplos,
vida y culto deben ser cada día más estudiados y divulgados;
c) se forme a los seminaristas, muy solícitarnente, en
una piedad sólida, exenta de toda sensiblería, ajena a cualquier especie de
falso y peligroso misticismo;
d) se inculque fuertemente en los futuros sacerdotes el
espíritu de humildad, obediencia, abnegación y sacrificio;
e) respecto a la castidad, el Director Espiritual y los
confesores observen fielmente las normas dadas por la Santa Sede y las
peculiares directrices que el Obispo creyera oportuno impartir.
15. Ruega a los Superiores de los Seminarios:
a) que procuren fomentar entre los alumnos un sano
espíritu de fraternidad y de familia;
b) que tengan un especial cuidado en las vacaciones de
los seminaristas, acortándose en lo posible su duración fuera del Seminario, y
procurando que sirvan también, tanto para que el seminarista adquiera un
conocimiento más perfecto y real del modo de pensar y sentir del pueblo, como
para que tenga ocasión de acrisolar su virtud.
Artículo III
Formación cultural
La Conferencia:
16. Recuerda que los aspirantes al Sacerdocio deben
recibir una formación doctrinal profunda y adecuada a las exigencias actuales,
para que así puedan, con la predicación, la catequesis y otras formas de
instrucción, disipar las tinieblas de la ignorancia religiosa de los pueblos.
17. Ruega encarecidamente que el estudio de las sagradas
disciplinas comprenda también el examen de los problemas específicos,
procedentes de errores doctrinales corrientes en las regiones donde los futuros
sacerdotes ejercerán su ministerio.
18. Insiste en la necesidad de que se procure completar
la formación cultural de los seminaristas con un adecuado conocimiento de las
soluciones dadas por la Iglesia a las diferentes cuestiones sociales de
actualidad.
Artículo IV
Formación humana
19. Considerando la conveniencia de procurar también el
desarrollo de las virtudes y de las buenas cualidades naturales de los
seminaristas, para que la "perfectio naturae" facilite y favorezca la
acción sobrenatural de la gracia en las almas, la Conferencia recomienda, en
particular, a los Superiores de los Seminarios:
a) que den gran importancia al estudio y formación del
carácter de los alumnos, así como al conocimiento y posible desarrollo de sus
cualidades personales, con el fin de informar también al Obispo para que los
nuevos.sacerdotes puedan ser destinados a los ministerios que les sean más
apropiados;
b) que fomenten el espíritu de responsabilidad en cada
uno de los seminaristas, de modo que se habitúen a proceder en conciencia y por
convencimiento del propio deber.
Artículo V
Preparación para
el ejercicio del ministerio pastoral
20. La Conferencia, estimando como parte fundamental en
la formación de los candidatos al Sacerdocio la adecuada preparación inmediata,
necesaria para el prudente y celoso desarrollo de su futura labor apostólica,
sugiere:
a) que los profesores de teología pastoral, además de
ocuparse de la técnica de la asignatura, instruyan prudentemente a sus alumnos
sobre las dificultades de orden moral que podrán encontrar en el ejercicio de
su ministerio, y sobre los medios más aptos para vencerlas;
b) que los Superiores aprovechen la catequesis y las
organizaciones de Acción Católica, para ir introduciendo progresivamente a los
seminaristas en el ministerio pastoral y en el contacto con los fieles;
c) que se enseñe a los futuros sacerdotes a orientar y a
ilustrar a los fieles, de modo práctico y eficaz, sobre la verdad de la Santa
Religión, disipando los errores que siembran los acatólicos y los enemigos de
la Iglesia, y asimismo a combatir, de manera asequible, la propaganda de las
teorías materialistas del comunismo, exponiendo con claridad y sencillez las
soluciones cristianas a los problemas sociales.
Capítulo III
CONSERVACION Y
MEJORA DE LA FORMACION DEL SACERDOTE
La Conferencia:
21. Quiere expresar su vivo deseo de que crezca aun más
en el ánimo de todos los sacerdotes la preocupación constante por conservar
mejor la formación ascética, doctrinal y humana que recibieron en el Seminario,
con el afán de asegurar también la fecundidad y la eficacia de su ministerio
pastoral; y por lo tanto:
22. Ruega, de modo especial, a todos los sacerdotes, que
mediten y lleven a la práctica las normas dadas por los Sumos Pontífices, y
concretamente por el Santo Padre Pio XII en la Exhortación Apostólica
"Menti Nostrae" sobre la santidad sacerdotal.
23. Encarece a los sacerdotes, con particular interés:
a) que cumplan todo lo dispuesto en el canon 124, 2_ del
Código de Derecho Canónico, es decir, la práctica diaria de la oración mental,
la visita al Santísimo Sacramento, el rezo del Santo Rosario y el examen de
conciencia;
b)que acudan a la confesión semanal o al menos
quincenal, al retiro mensual y cada año, si es posible, a los ejercicios
espirituales;
c) que vivan el espíritu de la liturgia y sean asiduos
en la meditación de libros espirituales y, sobre todo, de la Sagrada Escritura,
verdadera fuente de vida sobrenatural;
d) que cultiven una sobrenatural amistad con sus
hermanos sacerdotes, capaz de llevarles a ayudarse mutuamente, y de un modo
especial en el terreno espiritual.
24. Aconseja a los Excmos. Ordinarios que:
a) fomenten, en la medida que sea posible, la vida común
del clero, como aconseja y alaba el Código de Derecho Canónico;
b) establezcan asociaciones sacerdotales, que
contribuyan al bien espiritual del sacerdote;
c) utilicen los medios más experimentados para aliviar a
los sacerdotes las preocupaciones económicas, que pueden restarles atención y
sensibilidad para los problemas espirituales y apostólicos: las soluciones
concretas se acomodarán, lógicamente, a las circunstancias de cada región, pero
servirá de gran ayuda conocer y estudiar los sistemas empleados con éxito en
otras Diócesis;
d) estimulen la difusión entre el Clero de los
documentos Pontificios, libros y revistas católicas de actualidad, para que
quede debidamente informado sobre las soluciones a los distintos problemas del
momento; buen medio podría ser la creación dentro de cada Diócesis de
bibliotecas circulantes para los sacerdotes;
e) cuiden de que las periódicas conferencias
sacerdotales se tengan de forma fraternal y atrayente, como medio para
perfeccionar los estudios eclesiásticos y para intensificar la vida
sobrenatural;
f) recomienden a todos los sacerdotes, y especialmente a
los más jóvenes, gran cuidado en las lecturas, prefiriendo las que pueden
hacerles mayor bien espiritual, y evitando las que no sean idóneas para un
ministro del Señor.
25. Respecto a los sacerdotes jóvenes, se permite
sugerir a los Excmos. Ordinarios, que tengan con ellos un contacto
singularmente frecuente y paternal, a fin de conocerles, sostenerles y guiarles
mejor en el comienzo de su vida sacerdotal.
26. Aconseja asimismo que se procure:
a) colocar a los recién ordenados junto a sacerdotes
ejemplares y de experiencia, que con las enseñanzas de su vida y sus consejos
les inculquen los hábitos de una santa vida sacerdotal y les ayuden a ser
fieles en los ejercicios de piedad;
b) organizar equipos sacerdotales -por ejemplo para
misiones, obras sociales, trabajos catequísticos y otras formas de apostolado-
en los que, entre otras ventajas, los sacerdotes jóvenes puedan encontrar en
sus cohermanos de más edad y experiencia, ayuda desde el punto de vista
espiritual y pastoral.
27. Finalmente, cree oportuno recomendar vivísimamente a
los sacerdotes que, intensificando el espíritu sobrenatural y la conciencia de
la unidad substancial del sacerdocio católico, alimenten los vínculos de
hermandad, de respeto y de caridad con todos sus cohermanos, seculares o
religiosos, nativos o provenientes de otros Países, y sepan colaborar
fraternalmente en el común ideal de la gloria de Dios y salvación de las almas.
PARTE 2
TITULO II
CLERO NO NACIONAL
28. La Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, mientras reconoce que la solución del grave problema de la
escasez de Clero en los Países de América Latina se encuentra principalmente en
el aumento de las vocaciones nativas, considera, sin embargo, insustituible
-dado que esta tarea es lenta y urge resolver el problema, al menos
parcialmente- la cooperación de numerosos sacerdotes, seculares y religiosos,
de otras naciones.
29. La Conferencia aprovecha esta solemne ocasión para
expresar su agradecimiento a la Santa Sede y a los Obispos de todos los Países
que han estado enviando sacerdotes a América Latina, ya sea para directo
servicio de la Diócesis, ya sea con el encargo de "missionarii
emigrantium" como también a las Ordenes y Congregaciones Religiosas, a las
Sociedades de vida en común y a los Institutos Seculares, que, en todo tiempo,
y de manera especial en estos últimos años, han intensificado el envío de
personal al Continente Latinoamericano.
30. La Conferencia, ante la urgente necesidad del
aumento del Clero en la presente situación de América Latina:
a) recurre filialmente a la Santa Sede para que, una vez
más, interponga su valimiento ante los Excmos. Ordinarios de las naciones con
clero más abundante, para que faciliten la venida de muchos sacerdotes a
América Latina;
b) suplica respetuosamente a la Sede Apostólica que
adopte los otros medios que crea más convenientes, para asegurar de modo
constante, durante el tiempo necesario, el providencial envío de Clero.
31. La Conferencia asimismo acuerda dirigirse
respetuosamente a los Superiores Mayores de las Ordenes y Congregaciones
Religiosas y a los de las Sociedades de vida en común y de los Institutos
Seculares, para que contribuyan a aliviar esta necesidad de Clero, atendiendo,
siempre que les sea posible, las peticiones que les hagan los Excmos. Prelados
diocesanos de América Latina, y envíen en consecuencia sacerdotes a estas
Diócesis.
32. La Conferencia juzga conveniente:
a) recordar la necesidad de que se cumplan con exactitud
todas las disposiciones canónicas contenidas en la Constitución Apostólica
"Exsul Familia" sobre inmigración de sacerdotes a otras Diócesis;
b) aconsejar que estos sacerdotes además de preparados
para el ministerio sacerdotal sean también físicamente aptos para la labor que
han de realizar en la nación o en la Diócesis a que sean destinados, y que,
como norma general, no excedan de los treinta y cinco años de edad;
c) sugerir que en lo posible se favorezca la
incardinación de los sacerdotes procedentes de otras naciones, salvo siempre lo
dispuesto en la "Exsul Familia".
33. La Conferencia cree también aconsejable que se
estudien las posibilidades y la conveniencia del envío de seminaristas de
cursos superiores, para terminar sus estudios en los Seminarios
Latinoamericanos, con el fin de obtener así una más fácil adaptación a las
costumbres y al medio ambiente que habrá de ser su futuro campo de apostolado.
PARTE 3
TITULO III
RELIGIOSOS Y
RELIGIOSAS
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano:
34. Aprovecha esta solemne ocasión para ofrecer un
tributo de agradecimiento:
a) a todos los religiosos que dedicaron íntegra su vida
-y muchos en grado heroico- a conquistar para la fe de Cristo las tierras de
América Latina, entre los que recuerda con particular veneración, a san
Francisco Solano, san Pedro Claver, san Luis Beltrán y al Venerable José de
Anchieta.
b) a todas las Ordenes y Congregaciones religiosas,
Sociedades de vida en común e Institutos Seculares, de hombres y de mujeres,
que sea con el ministerio sacerdotal, sea con la oración, el sacrificio, la
catequesis, la enseñanza, las obras de asistencia y otras formas de apostolado,
trabajan tan eficazmente colaborando en la conservación e incremento de la vida
cristiana en el Continente Americano.
35. Espera que, para mayor eficacia apostólica, se haga
más efectiva de día en día la cooperación fraternal de los religiosos y
religiosas con el Clero secular.
Con este fin hace votos:
a) para que los miembros de las Comunidades religiosas,
no sólo cumplan con celo y fidelidad los ministerios parroquiales o cooperen a
ellos en las parroquias que legítimamente se les haya encomendado, sino que
también, siguiendo la letra y el espíritu del Código de Derecho Canónico, salva
la disciplina religiosa y sin detrimento de sus ministerios propios y
específicos, se esfuercen, en la medida de lo posible y con sincero y fraternal
empeño, en ayudar a los Párrocos de las Diócesis, seculares o religiosas, en
sus múltiples ministerios parroquiales, de modo especial en los suburbios de
las grandes ciudades y en las zonas alejadas de las parroquias más extensas; a
su vez, en armonía con el texto y la mente del Código de Derecho Canónico, los
Excelentísimos Ordinarios y los Párrocos utilizarán con complacencia la ayuda
de los religiosos, especialmente de los que viven en la Diócesis, en sus
ministerios propios y peculiares y sobre todo en el sagrado ministerio;
b) para que, con el fin de facilitar esta cooperación,
no se difiera el establecimiento, en todas las Naciones Latinoamericanas, de
las Conferencias de los Superiores Mayores Religiosos.
36. Exhorta paternalmente a los Religiosos y a las
Religiosas, para que:
a) manteniéndose fieles al espíritu y a los fines de sus
respectivos Institutos, se esfuercen en corresponder, con la generosidad de Sus
Fundadores, a las necesidades y exigencias del tiempo presente;
b) procuren adaptarse al ambiente en que actúan, sin
exagerado y nocivo apego a costumbres o actitudes extrañas a él;
c) procuren aun mediante la difusión de las devociones
propias de cada Instituto -si han sido aprobadas por la Santa Sede- cooperar a
la sólida formación del pueblo, haciendo servir tales devociones al incremento
de una vida integralmente cristiana y para la defensa de la fe contra los
errores y peligros que la amenazan.
37. La Conferencia, recordando una vez más el objeto
central de sus preocupaciones, es decir, la escasez de las fuerzas apostólicas
en América Latina:
a) hace votos para que las familias religiosas puedan
aumentar en los Países Latinoamericanos el número de sus miembros con
abundantes y selectas vocaciones, cuidando siempre celosamente su firmeza y
calidad; este cuidado debe ser, naturalmente, aún más extremado y severo cuando
se trate de vocaciones al sacerdocio;
b) desea por lo tanto que se apoye y se favorezca en
cada Diócesis, junto con la de las Vocaciones Sacerdotales, la obra de las
Vocaciones Religiosas, recientemente instituida por la Santa Sede;
c) por otra parte, pide encarecidamente a todos los
Religiosos que, especialmente en los lugares donde hay mayor escasez de Clero,
presten su eficaz y decidida ayuda para fomentar y favorecer el reclutamiento
de las vocaciones eclesiásticas, que, encaminadas al Seminario, puedan proveer
suficientemente a las necesidades de las respectivas Diócesis.
38. Considerando la importancia que tienen, para la vida
de la Diócesis, la presencia y ayuda de los Religiosos, Sacerdotes o no, y de
las Religiosas, siempre que estén bien formados y preparados para las tareas
apostólicas, la Conferencia se permite encarecer vivamente a los Superiores
competentes:
a) que para las casas de formación escojan siempre
religiosos integralmente ejemplares;
b) que cuiden, con el mayor interés, de la preparación
intelectual especializada de sus súbditos para las tareas propias del Instituto
y, en particular, para la enseñanza de la religión y del catecismo, sea en sus
propios Colegios, sea en otros centros.
39. La Conferencia quiere recordar las prescripciones
canónicas relativas:
a) al examen previo de los ordenandos, tanto si son
seculares como si son religiosos;
b) al paso de los miembros de las religiones -y aun
también, por razonable analogía, de los otros Institutos de perfección- al
Seminario diocesano, previos los informes necesarios, que deben darse conforme
a la verdad, "graviter onerata conscientia", y recurriendo cuando sea
necesario a la Santa Sede;
c) a la recepción de religiosos en las Diócesis,
evitando, a este respecto, aun las apariencias de una inoportuna facilitación a
abandonar el estado de perfección.
40. Por lo que se refiere en particular a las
religiosas, la Conferencia:
1) Aconseja a las Superioras Mayores que con el fin de
aumentar la eficacia de la labor de sus religiosas:
a) procuren que todas adquieran la más sólida formación
espiritual, ascética y doctrinal, y que en el mayor número posible reciban en
escuelas superiores -de religión, de pedagogía, de servicio social, para
enfermeras, etc.- diplomas que las acrediten en el desempeño de sus misiones
específicas;
b) cuiden que las dedicadas a la labor de enfermeras en
clínicas y hospitales, además de poseer la necesaria preparación profesional,
conozcan adecuadamente las normas de la deontología católica relativas a su
delicado campo de actividad.
2) Ruega a los Excmos. Obispos y a los Revdmos. Superiores
interesados, pongan particular cuidado en la designación de los Sacerdotes que
han de desempeñar su ministerio en favor de las religiosas y de sus
Instituciones y vigilen a fin de que ellos:
a) atiendan a estas almas consagradas a Dios, con la
mayor dedicación y espíritu sobrenatural, conscientes de que el bien que de
esta manera operan, redunda también en pro de otras almas;
b) procuren desempeñar por lo tanto, con todo celo, su
oficio, especialmente en lo que se refiere a la predicación, a la confesión y
dirección espiritual;
c) eviten, en conformidad con las disposiciones
canónicas, cualquier indebida ingerencia en el régimen de la comunidad;
d) observen en el trato con las religiosas y alumnas las
normas dictadas por la prudencia y por la dignidad propia del sacerdote.
41. Se sugiere a los Excmos. Ordinarios, que -para
favorecer el beneficioso desarrollo de los Institutos femeninos de perfección-
establezcan el "Día de las Vocaciones Religiosas Femeninas", que
podría coincidir con el Domingo siguiente a la fiesta de la Presentación de
Nuestra Señora en el Templo.
PARTE 4
TITULO IV
AUXILIARES DEL
CLERO
Capítulo I
APOSTOLADO DE LOS
LAICOS EN GENERAL
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano:
42. Desea subrayar de manera especial el papel tan
importante que corresponde a los seglares en la realización de la obra
salvífica encomendada por Jesucristo a la Iglesia: colaboración apostólica que
se hace sentir con mayor urgencia en las regiones de América Latina, por la
escasez de sacerdotes, el elevado número de fieles a ellos encomendados, la
gran extensión de las demarcaciones parroquiales, y, por último, la dificultad
de penetrar en ciertos ambientes.
43. Juzga que para el mayor progreso de la colaboración
del laicado católico en la acción apostólica en América Latina, es de suma
importancia difundir cada vez más entre los fieles el exacto conocimiento de la
posición de los seglares dentro del Cuerpo Místico de Cristo, formando la
conciencia de los fieles, de modo que se persuadan prácticamente de que el
apostolado, aun siendo misión propia del sacerdote, no es exclusiva de él, sino
que también les compete a ellos, por su mismo carácter de cristianos, siempre
bajo la obediencia de los Obispos y de los Párrocos y dentro de las formas y oficios
que no son privativos del ministerio sacerdotal. Por lo tanto es necesario que
tales principios sean oportunamente enseñados e inculcados desde el Seminario a
los futuros sacerdotes, para que sepan aprovecharse, como conviene, de la
preciosa ayuda que les puede venir de la colaboración de los laicos.
44. Desea destacar que el tiempo y trabajo dedicados a
la formación de seglares competentes para que colaboren con la Jerarquía
Eclesiástica, están muy útilmente empleados; y recomienda con encarecimiento,
que esta formación para el apostolado se comience a dar ya en la adolescencia y
se intensifique en la juventud, proponiendo a la consideración de los jóvenes
la grandeza del ideal de vivir, trabajar y luchar por Jesucristo.
45. Recuerda, finalmente, que el apostolado de los
laicos no debe reducirse únicamente a colaborar con el sacerdote en el campo
limitado de los actos de piedad, sino que, además de un esfuerzo continuo por
conservar y defender íntegramente la fe católica, debe ser un apostolado
misionero de conquista para la dilatación del reino de Cristo en todos los
sectores y ambientes, y particularmente allí donde no pueda llegar la acción
directa del sacerdote.
Capítulo II
DIVERSAS FORMAS DE
ACCION CATOLICA Y OBRAS COORDINADAS
La Conferencia:
46. Expresa su profunda satisfacción al comprobar los
frutos alcanzados en América Latina por las diversas organizaciones de Acción
Católica, y manifiesta vivamente su deseo de que intensifiquen cada vez más su
trabajo apostólico, tan necesario y al mismo tiempo tan grato al corazón del
Santo Padre.
47. Reafirma, según el pensamiento de los Sumos
Pontífices Pio XI y Pio XII, que la Acción Católica, como colaboración de los
seglares en el apostolado jerárquico, constituye medio eficacísimo para la la
recristianización del pueblo y por lo tanto el cuidado de ella se ha de colocar
entre los principales deberes del ministerio pastoral.
48. Recomienda encarecidamente:
a) que se procure organizar e incrementar la Acción
Católica en todas las parroquias de las Diócesis latinoamericanas, según los
deseos del Santo Padre Pio XII, y de acuerdo con lo que ya se ha decidido por
la Jerarquía Eclesiástica;
b) que, atendida la importancia de la Acción Católica en
la vida de la Iglesia, sean designados, tanto en el orden nacional como en el
diocesano, algunos sacerdotes exclusivamente dedicados a ella y
convenientemente preparados mediante cursos especiales y asambleas de estudio;
c) que los educadores católicos recuerden el deber que
les incumbe de fundar y mantener vivos en sus establecimientos, centros de
Acción Católica, preocupándose de formar en ellos buenos militantes y
capacitados dirigentes del apostolado seglar;
d) que los Superiores y miembros de las Ordenes y
Congregaciones religiosas e Institutos seculares procuren favorecer eficazmente
la organización y progreso de la Acción Católica en los diversos Países.
49. Recomienda que, en cuanto sea posible, a efectos del
apostolado externo, todas las Asociaciones católicas -ya sean las que por
"sus reglas, su naturaleza, su fin, sus designios y hechos" han de
considerarse "pleno iure" como Acción Católica, ya sean otras
adheridas o auxiliares- se coordinen parroquial, diocesana y nacionalmente con
los respectivos organismos del ordenamiento príncipe, la "Acción
Católica", para la unidad y la eficacia de la actividad común de
apostolado, manteniendo sin embargo cada una de las asociaciones sus propias
características.
50. Aprueba y alaba los esfuerzos realizados por el
Secretariado Interamericano de Acción Católica; ve con agrado las "Semanas
de Estudio" ya celebradas, que proporcionan la oportunidad de un trabajo
coordinado; y, a la vista de los halag¸eños resultados obtenidos, desea que se
intensifiquen estos encuentros y se les preste el apoyo que por su utilidad e
importancia merecen.
Capítulo III
APOSTOLADO SOCIAL
Y RESPONSABILIDAD DEL CRISTIANO EN LA VIDA CIVICO-POLITICA
51. La Conferencia:
a) recomienda de una manera peculiar a los miembros de
organizaciones de Acción Católica que estudien y difundan los principios
cristianos y las orientaciones pontificias sobre los problemas sociales,
económicos y políticos, con el fin de ayudar eficazmente a formar la conciencia
del pueblo en estos aspectos tan importantes de la doctrina de la Iglesia;
b) hace votos a fin de que la Acción Católica sepa
descubrir y suscitar entre sus militantes, verdaderas vocaciones a las
actividades sociales y cívicas, y estimularlas a una óptima capacitación, no
sólo científica y técnica sino también práctica, para dichas tareas tan
importantes para el bien común;
c) exhortar muy encarecidamente a que la Acción Católica
promueva asociaciones y obras para la solución de los problemas sociales que
hoy día más apremian en los Países Latinoamericanos.
Capítulo IV
OTROS AUXILIARES
DEL CLERO
52. La Conferencia, recordando los servicios prestados a
la Iglesia por otras formas de auxiliares del Clero, como en particular los
"doctrineros" y otros similares colaboradores a la acción del
Sacerdocio, recomienda que se les agrupe en organizaciones adecuadas para
proporcionarles una mejor formación y una orientación más acorde con las
directrices del apostolado seglar moderno,
PARTE 5
TITULO V
ORGANIZACION DE LA
CURA DE ALMAS
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
consciente de la importancia fundamental que tiene una ordenada y efectiva
organización de la cura de almas para la vida católica del pueblo y, por lo
tanto, para la conservación del carácter católico de los Países
Latinoamericanos:
53. Estima oportuno recordar como idea básica en esta
materia, que la forma tradicional de la cura de almas sigue siendo
insustituible y que, por consiguiente, debe mantenerse y vigorizarse,
adaptándola a las exigencias del momento presente, sin dejar de recurrir a los
medios nuevos probados como eficaces en la labor de evangelización y a las
formas extraordinarias de apostolado que parezcan aconsejables.
54. Considera que es imprescindible la elaboración en
cada Diócesis, por parte de los Obispos, de un ordenado programa de apostolado,
tomando siempre como base el plan lleno de sabiduría y experiencia contenido en
el Código de Derecho Canónico, y teniendo también en cuenta la ayuda eficaz que
pueden prestar los religiosos y religiosas.
55. Desea vivamente recordar y subrayar la importancia
preeminente que compete a la Parroquia, célula básica del Cuerpo Místico de
Cristo, como centro propulsor y coordinador de apostolado para el pleno y
armónico desarrollo de toda acción apostólica.
56. Expresa su vivísimo anhelo de que los párrocos, que
participan de la potestad del Obispo de santificar, enseñar y gobernar,
procuren:
1) Santificar, buscando el progreso espiritual de sus
fieles:
a) con la administración asidua de los Sacramentos,
especialmente la Confesión y la Eucaristía;
b) promoviendo la asistencia frecuente y aun diaria a la
Santa Misa, con el empleo de medios aptos para favorecer la consciente
participación de los fieles al Santo Sacrificio;
c) con un reflorecimiento de la devoción a María
Santísima, Madre y Reina del Continente Americano;
d) con la intensificación de la vida litúrgica y de las
genuinas formas de piedad y devoción cristianas, cuidando celosamente de
retraer a los fieles de cualquier práctica o manifestación supersticiosa.
2) Enseñar, procurando dirigir todo su cuidado a
instruir al pueblo en las verdades de la fe y en los preceptos de la moral,
para que el mensaje de Cristo sea ampliamente conocido por todos y no puedan
los enemigos de la Iglesia sembrar la duda y la indiferencia en las almas de
los fieles, o aun llevarles hasta la apostasía; por consiguiente, pondrán los
párrocos particular empeño en iluminar las inteligencias por medio de:
a) la predicación metódica, clara y adecuada de la
palabra de Dios, sobre todo en la homilía de la Santa Misa, y mediante cursos,
misiones, novenarios, meses marianos y del Sagrado Corazón, etc., sabiendo que
si se quiere resolver el gravísimo problema de la ignorancia religiosa, la
predicación ha de ser por excelencia didáctica, con una tendencia firme y
decidida a dar al pueblo un cuerpo claro de doctrina católica y un conocimiento
de la moral, de tal forma que los fieles sepan bien lo que deben creer y lo que
deben practicar;
b) la catequesis;
c) la organización de Círculos de estudios,
Conferencias, etc., y también, la utilización de los medios modernos de
propaganda que sean asequibles -como la radio, la prensa, etc.- con el fin
sobre todo de dar un conocimiento más completo y profundo de puntos
particulares de doctrina y de moral, como son los que se refieren a la cuestión
social y a otros problemas de actualidad.
3. Gobernar a sus fieles:
a) haciendo cumplir, con la firmeza y prudencia
necesarias, las disposiciones de la Iglesia;
b) organizando y orientando hacia objetivos concretos
las Asociaciones parroquiales;
c) preparando y formando apóstoles seglares, abnegados,
decididos y entusiastas, capaces de realizar con éxito las actividades, en bien
de las almas, que corresponden a los laicos, y de oponerse con eficacia a las
fuerzas del mal;
d) preocupándose con particular ahínco en fomentar,
descubrir y cultivar las vocaciones al estado sacerdotal y religioso.
57. Por lo que se refiere en particular al
importantísimo tema de la instrucción catequística, se permite llamar la
atención de los Excmos. Ordinarios:
1) Sobre la necesidad de que, en esta materia, se cumpla
fielmente la sabia y fecunda legislación canónica en particular con respecto a:
a) la creación de la oficina Catequística Diocesana, que
según las disposiciones de la Santa Sede debe ser organizada en cada Diócesis;
b) la erección en cada parroquia de la Cofradía de la
Doctrina Cristiana.
2) Sobre la oportunidad de recurrir a todos los medios
aptos, aconsejados por la experiencia, para mejor organizar y hacer efectiva la
labor catequística en las Diócesis y Parroquias, sugiriendo en particular:
a) la edición y distribución de catecismos, pudiera ser
un texto único y que tenga en cuenta las exigencias del método
cíclico-intuitivo, conforme a las aportaciones de la moderna pedagogía
catequística;
b) la organización, con carácter diocesano si es posible
o al menos nacional, de Almacenes Catequísticos que se encarguen de suministrar
a las parroquias todo el material adecuado para la enseñanza y propaganda del
Catecismo.
c) la institución del "Día Catequístico" o
fiesta de la Doctrina Cristiana, que debe celebrarse con la máxima solemnidad y
esplendor, para enseñar al pueblo -padres de familia, educadores, etc.- sus
obligaciones en esta materia, para lograr ayuda a las obras de catequesis, para
hacer propaganda del material catequístico, etc.
d) la constitución de Escuelas Catequísticas donde se
ponga especialísimo interés en la formación de los que, sólidamente preparados
y conscientes de su importantísima misión, han de enseñar luego el Catecismo al
pueblo; y donde esto no sea posible, la organización de cursos para preparar
catequistas que, además de los sacerdotes y religiosos, puedan ayudar al párroco
en la enseñanza del Catecismo;
e) la fundación en todos los Seminarios Mayores, según
las disposiciones del Código de Derecho Canónico, de cátedras de Pedagogía
Catequística, dándoles la importancia relevante que tienen, y procurando que
los estudios sean verdaderamente fructuosos.
3) Sobre la obligación de cuidar que en las escuelas y
colegios católicos se dé la debida importancia a las clases de religión, y de
aprovechar también todas las posibilidades para organizar la enseñanza
religiosa aun en las escuelas y colegios que no dependan de la Autoridad
Eclesiástica.
58. Aconseja como una ayuda muy útil en la organización
de la cura de almas, tanto en el campo diocesano como en el parroquial, la
elaboración de oportunas estadísticas religiosas, para lo cual será muy
ventajosa la exacta compilación de los libros parroquiales y en particular del
"De statu animarum".
59. Sugiere a los Excmos. Ordinarios la conveniencia de
estudiar si en sus respectivos territorios es aconsejable y posible mejorar la
actual organización económica, con el fin de disminuir prudentemente
desproporciones entre el Clero y también de obtener mayores posibilidades para
el apostolado sacerdotal, salvas siempre las disposiciones canónicas, y
recurriendo a la Santa Sede en caso de necesidad.
60. Teniendo en cuenta la situación y las exigencias de
los fieles que viven esparcidos en las parroquias rurales, y que representan un
porcentaje muy alto de los católicos de América Latina, estima su deber
subrayar la necesidad de afanarse por un adecuado desarrollo y mejoramiento de
la cura de almas en este aspecto peculiar, y sugiere por tanto:
a) suministrar a los sacerdotes desde el período del
Seminario una profunda preparación sobre los problemas de la vida rural;
b) dar impulso a aquellas formas específicas de
apostolado parroquial que permitan llegar mejor hasta los fieles esparcidos en
los campos, lejos del centro de la parroquia, como por ejemplo:
centros parroquiales agrupados en capillas rurales,
secciones separadas de catecismo, tanto para niños como
para adultos, dando lecciones durante la semana, y sirviéndose también de la
ayuda de la radio,
frecuentes misiones rurales,
Acción Católica y social-católica rurales con la
formación de dirigentes especializados;
c) preocuparse no sólo de la cura espiritual y moral de
los Campesinos, sino también de colaborar del mejor modo posible para la
elevación de sus condiciones de vida y trabajo, empleando los medios que en
concreto parezcan posibles y oportunos, entre los cuales se recuerdan, por
ejemplo, todas las iniciativas aptas para la formación profesional (escuelas y
cursos profesionales, cátedras ambulantes, semanas rurales, casas del
campesino, etc.).
PARTE 6
TITULO VI
MEDIOS ESPECIALES
DE PROPAGANDA
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
ante la creciente importancia que adquieren en la sociedad actual la prensa, la
radio y otros medios modernos de propaganda:
61. Hace votos para que:
a) el Episcopado de cada País organice, al menos, un
diario católico nacional, al cual los Excmos. Prelados prestarán ayuda eficaz;
b) se hagan cada vez más atractivos los diarios y demás
publicaciones católicas, conforme a la técnica moderna, con buena información
de noticias de actualidad y de interés, sin perder nunca de vista el criterio
esencialmente católico y los fines de apostolado que deben distinguir dichas
publicaciones para que puedan llamarse verdaderamente católicas.
62. Exhorta a que:
a) se procure en cada Diócesis, que un grupo de
sacerdotes trabaje con especial dedicación en la prensa católica, promoviéndola
y prestándole también su colaboración directa;
b) se sigan promoviendo las Escuelas de Periodismo,
tanto para sacerdotes como para laicos;
c) no dejen de aprovecharse en cada localidad, las
buenas disposiciones de otros diarios para que respondan siempre mejor al
carácter genuinamente católico de los Países Latinoamericanos, y para divulgar
todo cuanto ayude a formar el justo y sano criterio de los lectores.
63. Aconseja:
a) que se haga intensa y eficaz propaganda de la buena
prensa, y que con tal fin, entre otras iniciativas, se celebre anualmente en
cada Diócesis la "Jornada de la Prensa Católica", procurando
conseguir nuevas suscripciones a periódicos y revistas católicas, organizando
colectas y haciendo conocer la eficacia y amplitud del apostolado de la prensa
católica;
b) que en las bibliotecas diocesanas, en las de los
Seminarios y Colegios y aun, a ser posible, en las parroquiales, no falten las
revistas católicas más formativas y adecuadas.
64. Para mayor eficacia del apostolado de la Prensa en
Latinoamérica, sugiere con especial interés:
a) que se cree una Confederación Interamericana de
diarios católicos que redacte, al menos semanalmente, boletines de noticias de
actualidad, enviándolos a todas las publicaciones asociadas y dando además
facilidades para la reproducción de artículos, canje de diarios y otras
modalidades de ayuda mutua;
b) que en cada Nación se establezca una Central difusora
o Secretariado de Prensa, que esté en contacto con las correspondientes
organizaciones de otros Países, para lograr una mayor difusión de las
publicaciones según las respectivas necesidades;
c) que se dé particular apoyo e impulso a las revistas
católicas existentes y ya acreditadas en América Latina.
65. Considerando la ayuda notable que, en situaciones
como las de los Países Latinoamericanos tan vastos y escasos de Clero, puede
representar el empleo de la radio para fines religiosos y educativos, como la
experiencia ya viene demostrando, expresa su convicción de que es necesario:
a) dar impulso a las formas prácticas de empleo de tal
medio según las exigencias y posibilidades de los diversos lugares, estimulando
la instalación de emisoras que estén dotadas de personal cultural y
técnicamente bien preparado para su dirección y funcionamiento;
b) dar al respecto una preparación adecuada en los
Seminarios;
c) dar normas concretas y oportunas, aun en el plano
diocesano, sobre la organización y el empleo del apostolado radiofónico.
66. Aconseja encarecidamente asimismo, que se desarrolle
una labor inteligente y celosa con los dirigentes y colaboradores de las radios
estatales y comerciales para mejorar sus programas, de modo que se evite en ellos
cuanto pueda ofender a la verdad y a la moral cristiana, y que se favorezca lo
más posible cuanto pueda contribuir a una sana formación de los oyentes.
67. Recogiendo el vivísimo anhelo de los Obispos,
sacerdotes y fieles de América Latina, la Conferencia expresa el más ferviente
deseo de que la voz augusta del Santo Padre pueda ser correctamente oída en
todo el Continente americano, por lo cual hace un apremiante llamamiento a fin
de que todos cooperen entusiásticamente para conseguir una mayor potencia de la
Radio Vaticana.
68. La Conferencia, por último, no quiere dejar de
recomendar fervorosamente el estudio, y la fiel observancia de las luminosas
enseñanzas pontificias relativas al cine, la radio y la televisión.
PARTE 7
TITULO VII
PROTESTANTISMO Y
MOVIMIENTOS ANTICATOLICOS: PRESERVACION Y DEFENSA DE LA FE
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
frente al grave problema que plantean el protestantismo y los varios
movimientos acatólicos que se han introducido en las Naciones Latinoamericanas,
amenazando su tradicional cultura católica:
69. Recomienda vivamente que se hagan efectivas todas
las disposiciones
del Código de Derecho Canónico ordenadas a la
preservación y defensa de la fe,
cuidando también del cumplimiento de las que se refieren
a la previa censura y prohibición de libros, revistas y demás publicaciones
peligrosas.
70. Encarece de manera especial:
a) que se hagan cruzadas de oraciones, pidiendo por la
preservación y progreso de la fe católica en América Latina, y por la
conversión de los enemigos de la Iglesia;
b) que se aproveche, como arma preciosísima en defensa
de la fe, la piedad arraigada, intensa y filial del pueblo latinoamericano a la
Virgen Santísima, venerada bajo las diversas advocaciones propias de cada
región.
71. Llama la atención sobre la necesidad de formar
convenientemente las conciencias de los católicos en el deber de mantenerse
fieles a la Iglesia y de defender su fe y la de sus hijos, preocupándose
seriamente de que reciban una educación católica y evitando cuidadosamente el
exponerles al peligro de la apostasía, sobre todo enviándolos a instituciones
acatólicas.
72. Recomienda encarecidamente la intensificación del
movimiento bíblico, de tal forma que los fieles se habitúen a la lectura
frecuente y aun diaria de las Sagradas Escrituras, y sobre todo de los Santos
Evangelios, mediante:
a) ediciones populares de los Libros Sagrados
debidamente anotadas, procurando orientar a los fieles sobre el modo de
servirse de ellos para su edificación espiritual, y poniendo de relieve los
textos más importantes y fundamentales, como los relativos al Primado de Pedro,
a la infalibilidad del Magisterio Eclesiástico, al valor de la Tradición, etc.;
b) cursos bíblicos, dados también por radio y
correspondencia;
c) semanas bíblicas populares;
d) la celebración del "Día Nacional de la
Biblia", en el domingo más próximo a la fiesta de san Jerónimo.
73. Encarece con particular interés que:
a) en los Seminarios Mayores y en los Institutos
Teológicos de los religiosos, se establezcan cursos especiales sobre las
herejías actualmente diseminadas en las respectivas regiones;
b) se instruya también debidamente a los catequistas
laicos, formándoles en un profundo sentimiento de defensa y propagación de la
fe católica entre sus hermanos.
74. Aconseja que se fomente, valiéndose principalmente
de los seglares católicos adscritos a organizaciones apostólicas, una prudente
y caritativa aproximación con los hermanos que se hayan apartado de la Iglesia:
a) mediante el trato social y la amistad:
b) procurando que asistan a conferencias y cursos
especiales para acatólicos.
75. Por lo que se refiere en particular al espiritismo y
a la superstición, sugiere que:
1) Se incluya en los catecismos un capítulo especial
sobre el espiritismo y el mandamiento divino que prohibe las supersticiones, la
magia y la invocación de los muertos y de los espíritus.
2) En las parroquias particularmente infestadas por el
espiritismo:
a) los sacerdotes hablen de él a los fieles, con caridad
pero claramente, explicando la imposibilidad de continuar siendo católicos
adhiriéndose al espiritismo; insístase también en el grave deber que todos
tienen de no contribuir, ni material ni moralmente, a la creación o
sostenimiento de las llamadas obras de caridad del espiritismo;
b) los catequistas, los militantes de Acción Católica,
de las Congregaciones Marianas y de las otras asociaciones de apostolado,
reciban un curso especial sobre el espiritismo y las principales objeciones y
acusaciones que los espiritistas acostumbran proponer contra la Iglesia y la
doctrina cristiana, a fin de que sean ellos los más exactos en el cumplimiento
de las disposiciones de la Iglesia en esta materia, y los más activos en
difundir entre los demás fieles la verdadera doctrina para preservarles de
lamentables caídas.
76. Recomienda, con respecto a la masonería:
a) que se forme sobre su carácter anticatólico la
conciencia de los fieles con oportunas y documentadas instrucciones, y se les
den a conocer las censuras que están en vigor contra ésta y otras sectas
secretas;
b) que se favorezca la difusión en los Países
Latinoamericanos de aquellas instituciones que puedan ayudar en la defensa
contra las sectas secretas.
77. Exhorta a los católicos a que nieguen su adhesión a
las instituciones que, difundiendo una ideología y una moral puramente
naturales, prescinden del espíritu cristiano y de los principios sobrenaturales
en la educación y en la vida de los individuos y de las Naciones.
78. Lamenta la propaganda que incluso algunas personas
autorizadas hacen, con el pretexto del folklore, de ciertas prácticas
supersticiosas, que son verdaderos actos de falso culto, importados de regiones
paganas.
PARTE 8
TITULO VIII
PROBLEMAS SOCIALES
79. La Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano no puede dejar de expresar su honda preocupación ante los
problemas sociales de América Latina y la situación angustiosa en que se
encuentra todavía -a pesar del cúmulo de bienes que la Providencia ha
dispensado al Continente- una no pequeña parte de sus habitantes, y en
particular algunas clases de trabajadores del campo y de la ciudad, sin olvidar
la llamada clase media, por los salarios insuficientes y la demanda de trabajo.
Frente a tal panorama y al sinnúmero de cuestiones
prácticas que se presentan -entre las cuales hay que destacar los problemas de
la vivienda rural y obrera juntamente con los creados por el intenso proceso
industrial en vías de realización en América Latina- la Conferencia siente el
deber de subrayar de la manera más decidida, la urgente necesidad de que todos
los católicos colaboren con empeño para buscar, a la luz de la doctrina de la
Iglesia, una justa solución; y con tal fin acuerda hacer sobre este punto un
llamamiento especial.
80. La Conferencia ve con satisfacción todo el conjunto
de obras que la caridad cristiana ha sugerido en las Naciones de América
Latina, para remediar, en parte al menos, tantos sufrimientos y amarguras; y
alaba, igualmente, las diversas iniciativas y esfuerzos que, inspirados en los
principios de la justicia social, se han hecho para solucionar estos problemas,
buscando, sobre todo, establecer la armonía cristiana entre el capital y el
trabajo.
Sin embargo, comprobando cuánto dista todavía el
problema social en los Países Latinoamericanos de su solución cristiana, a
pesar de tan laudables esfuerzos, proclama la urgencia de orientar e
intensificar la labor social, encauzando las iniciativas hacia la raíz misma de
los males que han de remediarse, y dando a la Acción Social Católica el
espíritu y las formas de coordinación comunitaria que exige la gravedad de la
situación.
81. La Conferencia quiere subrayar la importancia
fundamental que tienen, para América Latina, las iniciativas dirigidas a la
formación de cuantos deseen trabajar en el campo social, junto con las de
índole directamente asistencial.
82. Confía asimismo que los seglares católicos dedicados
a la acción social, además de desarrollar su actividad en obras específicamente
católicas, se hagan merecedores de que su colaboración sea deseada y requerida
también en otras instituciones tanto privadas como públicas, por la seguridad
de su doctrina, el espíritu desinteresado de su acción y la perfección de sus
conocimientos y del trabajo que realizan.
83. Mientras pone el acento sobre la necesidad de
desarrollar una siempre más amplia e intensa actividad social y benéfica en
favor de las clases más necesitadas, la Conferencia no quiere cejar en el deber
que le incumbe de llamar enérgicamente la atención de todos los católicos,
sobre las insidias y peligros de las doctrinas marxistas y de la propaganda del
comunismo, y sobre la necesidad de precaverse y defenderse contra ellas,
principalmente allí donde estén más desarrolladas.
84. Por último, la Conferencia acuerda expresar su
particular interés por el problema de la elevación espiritual y social de la
población indígena de América Latina.
PARTE 9
TITULO IX
MISIONES, INDIOS Y
GENTE DE COLOR
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
después de haber sometido a detenido estudio el estado de las Misiones y las
circunstancias en que la labor misional viene realizándose en el Continente
Latinoamericano:
85. Alaba el celo apostólico con que los misioneros de
América Latina -siguiendo el nobilísimo ejemplo de los predecesores- dedican
sus actividades, sus energías, y aun su propia vida, a la santa empresa de
incorporar a la Iglesia Católica a todos los habitantes de las zonas que aún
constituyen territorios de misión; y abriga la absoluta confianza de que
continuarán, cada día con mayor entusiasmo, tan apostólica tarea.
86. Sugiere:
a) que, con motivo de las Conferencias Episcopales o en
otras circunstancias oportunas, procuren los Prelados de los territorios de
Misión en cada País, tener también reuniones con el fin de estudiar sus
problemas comunes;
b) que se haga lo posible para que en cada
circunscripción misional se tenga al menos un Seminario Menor, y donde esto no
fuere factible, se cree un Seminario Internacional para la formación del Clero
nativo;
c) que -dada la escasez de misioneros, sobre todo en las
regiones de un elevado porcentaje de población indígena- se favorezca la
institución de catequistas o "doctrineros", que instruyan a los
indios, dirijan sus rezos, preparen para el bautismo de urgencia asistan a los
moribundos, etc.,;
d) que se procure que todas las escuelas de los
territorios de Misión estén atendidas, si es posible, por personal religioso y
siempre bajo el prudente control y vigilancia de la autoridad eclesiástica;
e) que se funden escuelas normales rurales, de artes y
oficios, agrícolas y de labores domésticas para los nativos;
f) que se fomenten en los territorios misionales las
obras de asistencia social -hospitales, asilos, sanatorios, dispensarios- y se
busque a este fin, donde sea posible, también la ayuda de la autoridad civil;
g) que se incremente el número de equipos sanitarios de
médicos y enfermeras, integrados también, a ser posible, por religiosos y
religiosas.
87. Hace votos a fin de que el mayor número posible de
ordenes, Congregaciones e Institutos Seculares, de ambos sexos, así como de
Institutos de asistencia social e Instituciones de seglares católicos
preocupados por el problema misional, envíen a los territorios de Misión
personal capacitado y especializado, en número y calidad cada día mayor.
88. Encarece a todos los Excmos. Prelados Diocesanos
que, en sus respectivas jurisdicciones, fomenten generosamente la Unión
Misional del Clero y las demás obras Pontificias misionales.
89. La Conferencia, recordando la acción
especialísimamente benemérita de la Iglesia y de sus Misiones en la defensa y
en la elevación espiritual, moral y social de la población indígena de América
Latina:
a) se permite recomendar encarecidamente a los Prelados
de los territorios de Misión que continúen vigorosamente en esta labor tan
profundamente humana y cristiana, y ruega asimismo a todos los Excmos. Ordinarios,
que se preocupen, interesando a su vez también a las autoridades civiles, para
que los indígenas sean, siempre y en todas partes, amparados y protegidos en
sus personas y bienes;
b) expresa respetuosamente su deseo de que muy pronto se
establezca en América Latina una Institución de carácter etnológico e
indigenista, que desarrollando una labor seria y bien organizada, contrarreste
los peligros que dimanan de análogas instituciones de inspiración no católica;
c) exhorta a todos los católicos, y de manera muy especial
a los Profesores de Colegios e Institutos, que sigan esforzándose en eliminar
todo uso y costumbre que pueda aparecer como discriminación racial.
PARTE 10
TITULO X
INMIGRACION Y
GENTE DE MAR
Capítulo I
INMIGRACION
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
ante los problemas espirituales, sociales y materiales que suscita la
inmigración en los Países Latinoamericanos, desea destacar de modo particular,
por su especial urgencia e interés, las siguientes conclusiones:
90. Corresponde a los Países Latinoamericanos, como un
deber de caridad cristiana, de justicia social y de solidaridad humana, abrir
sus puertas a la inmigración.
Los católicos de América Latina deben considerar la
inmigración como un problema de familia, ya que la mayoría de los inmigrantes
son también católicos, procedentes de Países superpoblados, deben por lo tanto
procurar, donde sea necesario, crear un ambiente favorable a la inmigración,
tanto entre el pueblo como entre los gobernantes.
91. Ha de ponerse especial cuidado en organizar urgentemente
en todos los Países Latinoamericanos, la obra de la asistencia espiritual a los
inmigrantes, según las normas de la Constitución Apostólica "Exsul
Familia" y las disposiciones concretas que, en cada caso, dé la S. C.
Consistorial. En particular:
a) constitúyase donde aún no exista, el "peculiaris
coetus seu Commissio Episcopalis pro spirituali emigrantium assistentia";
'
b) desígnense, en cada Nación, sacerdotes especialmente
competentes y celosos, que serán presentados a la S. C. Consistorial para su
nombramiento de "director operum de emigratione", y dada la
importancia del problema, de cuya recta solución depende el bien de tantas
almas, se les dé a dichos sacerdotes toda clase de facilidades que les sean
necesarias para el fiel cumplimiento de su cargo;
c) para la asistencia espiritual de los emigrantes,
recúrrase a la S. C. Consistorial con el fin de obtener el indulto Apostólico
necesario para erigir, donde sea posible, la "paroecia pro diversitate
sermonis seu nationis"; o por lo menos, la "missio cum cura
animarum" según las normas de la citada Constitución Apostólica;
d) celébrese el "Día del emigrante".
92. Se debe intensificar la asistencia social al
inmigrante, por medio de Secretariados de colocación, servicio social,
asistencia jurídica y médica, orientación profesional y de acomodación al
ambiente, etc.; esta labor podrá facilitarse extendiendo al plan nacional los
organismos locales ya existentes.
Capítulo II
GENTE DE MAR
La Conferencia:
93. Hace votos para que se establezca en todos los
Países del litoral la obra del Apostolado del Mar, bajo la advocación de la
Virgen María, "Stella maris".
94. Espera por lo tanto que en esos Países, según las
directrices de la Santa Sede, se instituya, en cuanto sea posible y en el caso
de que no exista todavía, una Comisión Episcopal del "Apostolatus
maris".
95. Sugiere que esta Comisión designe un sacerdote que
será presentado a la S. C. Consistorial para su nombramiento de Director de los
Capellanes del "Apostolatus maris" y, al mismo tiempo, para que sea
adscrito al Secretariado General Internacional de la obra.
96. Aconseja que se designe un número conveniente de
sacerdotes que puedan ser nombrados Capellanes del "Apostolatus
maris", y que se procure fundar y fomentar en los puertos de mayor
tráfico, "clubs" para marineros, que les aseguren una eficaz
asistencia religiosa, moral y social.
PARTE 11
TITULO XI
CONSEJO EPISCOPAL
LATINOAMERICANO
Además de las conclusiones hasta aquí enumeradas, la
Conferencia formuló el siguiente voto referente a la creación de un Consejo
Episcopal Latinoamericano:
97. La Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano por unanimidad ha aprobado pedir, y atentamente pide a la Santa
Sede Apostólica, la creación de un Consejo Episcopal Latinoamericano sobre las
siguientes bases:
1) El Consejo Episcopal Latinoamericano estará compuesto
por los Representantes de las Conferencias Episcopales Nacionales de la América
Latina, en proporción de un Representante por cada Conferencia Episcopal,
designado por la misma.
2) Serán funciones del Consejo:
a) estudiar los asuntos que interesan a la Iglesia en la
América Latina;
b) coordinar las actividades;
c) promover y ayudar obras Católicas;
d) preparar nuevas Conferencias del Episcopado
Latinoamericano, cuando fueren convocadas por la Santa Sede.
3) Las reuniones del Consejo serán cada año.
4) El lugar de las reuniones será normalmente la ciudad
donde tenga su sede el Secretariado General; pero el Consejo podrá fijar
ocasionalmente otro lugar.
5) La Presidencia del Consejo estará integrada por un
Presidente y dos Vicepresidentes, elegidos por el propio Consejo, y durará en
su cargo dos años.
6) Dependerá del Consejo Episcopal, y más directamente
de su Presidente, un Secretariado General, que tendrá además los siguientes
Subsecretariados:
I. Preservación y propagación de la Fe Católica, con
cuatro secciones:
a) Defensa de la Fe,
b) Predicación, Catecismo, Enseñanza religiosa,
c) Misiones e Indios,
d) Prensa, radio, cine y televisión.
II. Clero e Institutos Religiosos. Vocaciones.
III. Educación y Juventud.
IV. Apostolado de los laicos.
V. Acción Social.
7) El Secretariado General se ocupará también de las
relaciones con la Jerarquía y los organismos católicos de Estados Unidos,
Canadá, España y Portugal.
8) El Secretariado General residirá en la ciudad que
designe la Santa Sede Apostólica.
9) Los Subsecretariados residirán, en línea general, en
la misma sede del Secretariado General; sin embargo, a juicio del Consejo,
podrán tener su sede en otras ciudades.
10) Financiamiento: se hará conforme a una contribución
proporcional de cada Nación Latinoamericana, según normas que serán estudiadas
y fijadas.