Esta Mañana, después de haber explicado en clase, la novísima teoría de la “racionalización
del Estado de derecho”, fundada en la decencia de los funcionarios, fui interrogado
por un grupo de alumnos acerca de la enseñanza cívica que proporciona el decreto
del Gobierno provisional, relativo a la exclusión de ciudadanos en la elección
de las futuras autoridades nacionales y provinciales.
Sin vacilar contesté: “Es un ultraje a la dignidad de la República y
una injuria a su civilización, cuyo agravio la Constitución castiga con la pena
infamante.
“Los considerandos del
decreto aludido no se fundan en precepto alguno, ni en doctrina jurídica
consentida, ni menos en moral cívica de pueblo medianamente organizado. Es una
parodia bolchevique al estilo criollo.”
“Tal decreto aplica la pena de muerte política, puesto que niega el derecho representativo a los ciudadanos inculpados por hechos que ningún fallo judicial consideró como delitos”
“Tal decreto aplica la pena de muerte política, puesto que niega el derecho representativo a los ciudadanos inculpados por hechos que ningún fallo judicial consideró como delitos”
“En ese concepto, el
Gobierno Provisional se otorga a sí mismo “la suma del poder público”, por el
que queda a su arbitrio el honor de los ciudadanos prevenidos y viola
impunemente el ejercicio de la soberanía electoral
“Quien consienta esa
declinación de la altivez nacional, se complica en el atentado cometidos por el
Gobierno que claudica así los nobles propósitos de la Revolución del 6 de
Septiembre”
No me resigno a la
farsa de enseñar Derecho Constitucional en circunstancias que un tal Gobierno Constitucional clausura diarios y
aprisiona periodistas, estudiantes y obreros opositores a la omnipotencia
dictatorial; que destierra y arresta en masa a la gente desafecta; y aplica la
muerte cívica de argentinos para bochorno de la tolerancia popular.
Hoy mismo renuncié al
ejercicio de una cátedra que he desempeñado con sinceridad durante cuarenta
años en las horas más preciosas de mi vida. Salvo de esta manera mi honra de
catedrático y mi decoro de ciudadano, no acatando, además, la tiranía que
padece la República, en estos días de vilipendio de la Constitución Nacional y
en escarnio de sus ideales de cultura
Manuel Carles, 25 de Julio de 1931