¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los
Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de
Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las
miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública
para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios;
Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la
tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su
gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de
reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la
noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la
concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por
un Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios. Este pueblo
ha dado para todo: severidad para los viejos tiempos; austeridad para
la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los
cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para
convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios;
mujeres para hacer pasar las ruedas sacrilegas de su carruaje sobre el
tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón;
poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal
y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como
Catón. Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la
humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes
historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules
rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes
groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de
las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la
perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada. La
civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus
faces, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el
gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido
desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de
verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por
ellos; juro por mi honor, y juro por la Patria, que no daré descanso a
mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen por voluntad del poder español!