Al Pueblo
Trabajadores y ciudadanos:
Trabajadores y ciudadanos:
Una clase rica, inepta y rapaz, oprime y explota al pueblo argentino.
Los señores dueños de la tierra, de las haciendas, de las fábricas, de
los medios de transporte, del capital en todas sus formas, hacen sufrir a
la clase trabajadora y desposeída todo el peso de sus privilegios,
agravado por el de su ignorancia y su codicia; y esta explotación será
cada día más bárbara y más cruel si el pueblo no se da cuenta de ella y
no se prepara a resistirla.
Hasta
ahora la clase rica o burguesía ha tenido en sus manos el gobierno del
país. Roquistas, mitristas, irigoyenistas, y alemistas son todo lo mismo. Si se pelean entre ellos es por apetitos de mando,
por motivo de odio o de simpatía personal, por ambiciones mezquinas e
inconfesables, no por un programa, ni por una idea. Bien lo demuestra en
cada una de esas agrupaciones el triste cuadro de sus disensiones
internas. Si el pueblo entra todavía por algo en esa farsa política, lo
hace ofuscado por las frases de charlatanes de oficio, o vendiendo
vergonzosamente su voto por una miserable paga.
Todos
los partidos de la clase rica argentina son uno solo cuando se trata de
aumentar los beneficios del capital a costa del pueblo trabajador,
aunque sea estúpidamente y comprometiendo el desarrollo general del
país.
Inundando el país de papel moneda, han determinado la suba del oro, con
la que ha subido enormemente el precio de los productos, y han bajado
otro tanto los salarios. Han acaparado las tierras públicas, desalojado
de ellas a los primitivos pobladores, los únicos con derecho a
ocuparlas. No han sabido atraer la inmigración elevando la situación de
la clase trabajadora, pero con los dineros del pueblo han costeado una
inmigración artificial destinada a disminuir aún más la recompensa del
trabajo. Y para completar este bárbaro sistema de explotación, quitan al
hombre laborioso en forma de impuestos de consumo, de impuestos
internos y de impuestos de aduana, una gran parte de lo poco que gana.
Un trabajador paga tanto impuesto por alimentarse y vestirse como un
estanciero por ser dueño de una legua de campo.
Así
es cómo a través de la crisis, de los grandes robos sin castigo, de las
revoluciones, de los fraudes y de las quiebras bancarias que se han
tragado los modestos ahorros del pueblo, el país ha llegado al momento
actual en que una opinión verdadera y genuinamente popular empieza a
manifestarse.
Fundamentalmente distinto de los otros partidos, el
Partido Socialista Obrero no dice luchar por puro patriotismo, sino por
sus intereses legítimos; no pretende representar los intereses de todo
el mundo, sino los del pueblo trabajador, contra la clase capitalista
opresora y parásita; no hace creer al pueblo que puede llegar
al bienestar y la libertad de un momento a otro, pero le asegura el
triunfo si se decide a una lucha perseverante y tenaz; no espera nada
del fraude ni de la violencia, pero todo de la inteligencia y de la
educación populares.
El
desarrollo de la agricultura, de la industria y del comercio, que cada
día se hacen en mayor escala, tiene que conducirnos necesariamente a la
propiedad colectiva de los medios de producción y de cambio. El pueblo
no será libre, no disfrutará del producto de su trabajo, mientras no sea
dueño de los medios con que lo hace. El Partido socialista
quiere
la nacionalización de los medios de producción, lo que en la República
Argentina será excepcionalmente fácil, porque la propiedad de la tierra
está ya concentrada en muy pocas manos.
Mientras
esa nacionalización no se realice, el suelo argentino sólo será una
ficción usada por la clase gobernante para infundir interesadamente al
pueblo un falso sentimiento de patriotismo.
Entre
tanto queremos desde ya mejorar la situación de la clase trabajadora, y
a ese fin presentamos un programa de reformas concretas, de inmediata
aplicación práctica, que es la mejor respuesta a los que nos tachan de
visioneros y utopistas.
El Partido Socialista Obrero sostiene la
jornada legal de ocho horas, la prohibición del trabajo de los niños
menores de catorce años, y el salario igual para las mujeres y los
hombres cuando hagan un trabajo igual, medidas tendientes a
mantener el precio de la mano de obra, a asegurar a los trabajadores el
reposo necesario, a moderar la infame explotación de que son víctimas
las mujeres, y a hacer posible la educación de los niños.
El Partido Socialista pide la abolición de todas las gabelas llamadas impuestos indirectos,
que pesan sobre el pueblo. Pide que los gastos del Estado salgan de las
cajas de los capitalistas, en forma de impuesto directo sobre la renta.
Pide
que se establezca por ley la responsabilidad de los patrones en los
accidentes de trabajo, para que las víctimas de esos accidentes no
tengan que pedir limosna, ni dejen sus familias en la miseria, como
premio de sus esfuerzos.
Pide la instrucción laica y obligatoria para todos los niños hasta cumplir los catorce años.
Como reformas políticas el Partido Socialista lucha por el sufragio universal y la representación de las minorías, en todas las elecciones nacionales, provinciales y municipales.
Quiere la separación de la Iglesia y del Estado,
en homenaje a la libertad de conciencia, y para no privar a los
católicos del gusto de costear ellos solos el culto en que ellos solos
creen.
Tales
son las reformas inmediatas más importantes por que combate nuestro
partido. Ellas bastan para mostrar que los diputados socialistas no irán
nunca al Congreso como los de otros partidos con carta blanca para
hacer lo que más le plazca. Verdaderos delegados del pueblo, ellos irán
con mandato imperativo a sostener ideas bien determinadas, cuya
realización es de la mayor importancia para todos los trabajan.
Trabajadores y ciudadanos:
Por primera vez en la República el Partido Socialista se presenta en la lucha electoral y reclama vuestros sufragios.
Por primera vez en la República el Partido Socialista se presenta en la lucha electoral y reclama vuestros sufragios.
Vais a dar la medida de vuestra capacidad política con la acogida que hagáis a nuestros candidatos y nuestro programa.
Desechad
toda opinión preconcebida, meditad sobre vuestros intereses bien
entendidos, elevados a la dignidad de hombres independientes y en las
elecciones del 8 de marzo votaréis por los candidatos socialistas.
Buenos Aires, febrero 29 de 1896