Resolución del segundo congreso de la III Internacional comunista en 1920
EL PARTIDO COMUNISTA Y EL PARLAMENTARISMO
I La nueva época y el nuevo parlamentarismo
La
actitud de los partidos socialistas en relación al parlamentarismo
durante la época de la Primera Internacional, consistió
originariamente, en utilizar el Parlamento burgués para la agitación. Se
encaraba la participación en la acción parlamentaria, desde el punto de
vista del desarrollo de la conciencia de clases, es decir de despertar
la hostilidad de la clase proletaria contra las clases dirigentes. Esta
actitud se modificó, no por la influencia de una teoría, sino como
resultado del progreso político. Por el crecimiento incesante de las
fuerzas productivas y la extensión del dominio de la explotación
capitalista. El capitalismo y con 61 los estados parlamentarios,
adquieren una estabilidad durable por el crecimiento incesante de las
fuerzas productivas y la extensión del dominio de la explotación
capitalista.
De allí la adaptación de la táctica parlamentaria de los partidos socialistas a la acción legislativa "orgánica" de los Parlamentos burgueses y la importancia cada día creciente de la lucha por la introducción de reformas dentro de los marcos de la sociedad capitalista, el predominio de programas mínimos de los partidos socialistas, la transformación del programa máximo en una plataforma destinada a la discusión sobre un "objetivo final" cada vez más remoto. Sobre esta base se desarrollaron el arribismo parlamentario, la corrupción, la traición abierta o disimulada de los intereses primordiales de la clase obrera.
La actitud de la Tercera Internacional con respecto al parlamentarismo, no está determinada por una nueva doctrina, sino por la modificación de la función del parlamentarismo mismo. En la época precedente, el Parlamento como instrumento del capitalismo en vias de desarrollo, ha trabajado, en cierto sentido, por el progreso histórico. En las condiciones actuales, caracterizadas por la expansión del imperialismo, el Parlamento se ha convertido en un instrumento de las mentiras, del fraude, de las violencias, del bandidaje a su servicio; las reformas parlamentarias, desprovistas de espíritu de continuidad y de estabilidad, y realizadas sin un plan de conjunto, han perdido toda importancia práctica para las masas laboriosas.
El parlamentarismo ha perdido estabilidad, lo mismo que toda la sociedad burguesa. La transición del periódo orgánico al período crítico, impone nuevas bases a la táctica del proletariado en el campo parlamentario. El partido obrero ruso (el partido bolchevique) establece las bases del parlamentarismo revolucionario en la época anterior, porque en 1905 el equilibrio político y social de Rusia se pierde en un período de tormentas y convulsiones.
Cuando los socialistas aspirantes al comunismo sostienen que la hora de la revolución en sus respectivos países no ha llegado y, se niegan a separarse de los oportunistas parlamentarios, parten de la creencia, conciente o inconciente, de que el período que comienza es de estabilidad relativa de la sociedad imperialista y que, por esta razón, la colaboración con los Turati y los Longuet puede dar sobre tales bases, resultados prácticos en la lucha por las reformas.
El comunismo debe tomar como punto de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo, tendencias del imperialismo a su propia negación, a su propia destrucción, agravación continua de la guerra civil, etc.). Las formas políticas y organizativas pueden diferir de país a país, más el fondo de las cosas es el mismo en todas partes: se hace necesario para nosotros la preparación inmediata, política y técnica de la insurrección proletaria, que debe destruir el poder burgués y establecer el nuevo poder proletario.
Para los comunistas el Parlamento no puede ser en ningún caso el campo de una lucha por las reformas y por el mejoramiento de la situación de la clase obrera, como en ciertos momentos de la época anterior. El centro de gravedad de la vida política actual, ha salido definitiva y completamente, del Parlamento. Por otra parte, la burguesía, por sus relaciones con las masas trabajadoras y a causa de las relaciones complejas existentes en su seno está obligada a hacer aprobar de diversas maneras, sus actos por el Parlamento, donde las diversas pandillas burguesas se disputan el poder, ponen en evidencia su fuerza y sus debilidades, se comprometen, etc.
Así el deber histórico inmediato de la clase obrera es el de arrancar esos aparatos a las clases dirigentes, quebrarlos, destruirlos y reemplazarlos por los nuevos órganos del poder proletario. El estado mayor revolucionario de la clase obrera está profundamente interesado en tener agitadores en las instituciones parlarmentarias de la burguesía para facilitar su destrucción. Surge así clara la diferencia entre la táctica de los comunistas que concurren al Parlamento para cumplir fines revolucionarios y la del parlamentarismo socialista, que parte del reconocimiento de la estabilidad relativa y de la duración indefinida del régimen. El parlamentarismo socialista se dá como tarea el obtener reformas a cualquier precio, le interesa que cada conquista sea anotada por las masas en su cuenta (Longuet, Turati y Cia).
El viejo parlamentarismo de adaptación es reemplazado así por uno nuevo que es una de las formas de destruir el parlamentarismo en general. Pero las tradiciones repugnantes de la antigua táctica parlamentaria, han lanzado a ciertos elementos revolucionarios a ser antiparlamentaristas por principio (Los I.W.W., los sindicatos revolucionarios, el Partido Comunista Obrero de Alemania, etc.).
De allí la adaptación de la táctica parlamentaria de los partidos socialistas a la acción legislativa "orgánica" de los Parlamentos burgueses y la importancia cada día creciente de la lucha por la introducción de reformas dentro de los marcos de la sociedad capitalista, el predominio de programas mínimos de los partidos socialistas, la transformación del programa máximo en una plataforma destinada a la discusión sobre un "objetivo final" cada vez más remoto. Sobre esta base se desarrollaron el arribismo parlamentario, la corrupción, la traición abierta o disimulada de los intereses primordiales de la clase obrera.
La actitud de la Tercera Internacional con respecto al parlamentarismo, no está determinada por una nueva doctrina, sino por la modificación de la función del parlamentarismo mismo. En la época precedente, el Parlamento como instrumento del capitalismo en vias de desarrollo, ha trabajado, en cierto sentido, por el progreso histórico. En las condiciones actuales, caracterizadas por la expansión del imperialismo, el Parlamento se ha convertido en un instrumento de las mentiras, del fraude, de las violencias, del bandidaje a su servicio; las reformas parlamentarias, desprovistas de espíritu de continuidad y de estabilidad, y realizadas sin un plan de conjunto, han perdido toda importancia práctica para las masas laboriosas.
El parlamentarismo ha perdido estabilidad, lo mismo que toda la sociedad burguesa. La transición del periódo orgánico al período crítico, impone nuevas bases a la táctica del proletariado en el campo parlamentario. El partido obrero ruso (el partido bolchevique) establece las bases del parlamentarismo revolucionario en la época anterior, porque en 1905 el equilibrio político y social de Rusia se pierde en un período de tormentas y convulsiones.
Cuando los socialistas aspirantes al comunismo sostienen que la hora de la revolución en sus respectivos países no ha llegado y, se niegan a separarse de los oportunistas parlamentarios, parten de la creencia, conciente o inconciente, de que el período que comienza es de estabilidad relativa de la sociedad imperialista y que, por esta razón, la colaboración con los Turati y los Longuet puede dar sobre tales bases, resultados prácticos en la lucha por las reformas.
El comunismo debe tomar como punto de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo, tendencias del imperialismo a su propia negación, a su propia destrucción, agravación continua de la guerra civil, etc.). Las formas políticas y organizativas pueden diferir de país a país, más el fondo de las cosas es el mismo en todas partes: se hace necesario para nosotros la preparación inmediata, política y técnica de la insurrección proletaria, que debe destruir el poder burgués y establecer el nuevo poder proletario.
Para los comunistas el Parlamento no puede ser en ningún caso el campo de una lucha por las reformas y por el mejoramiento de la situación de la clase obrera, como en ciertos momentos de la época anterior. El centro de gravedad de la vida política actual, ha salido definitiva y completamente, del Parlamento. Por otra parte, la burguesía, por sus relaciones con las masas trabajadoras y a causa de las relaciones complejas existentes en su seno está obligada a hacer aprobar de diversas maneras, sus actos por el Parlamento, donde las diversas pandillas burguesas se disputan el poder, ponen en evidencia su fuerza y sus debilidades, se comprometen, etc.
Así el deber histórico inmediato de la clase obrera es el de arrancar esos aparatos a las clases dirigentes, quebrarlos, destruirlos y reemplazarlos por los nuevos órganos del poder proletario. El estado mayor revolucionario de la clase obrera está profundamente interesado en tener agitadores en las instituciones parlarmentarias de la burguesía para facilitar su destrucción. Surge así clara la diferencia entre la táctica de los comunistas que concurren al Parlamento para cumplir fines revolucionarios y la del parlamentarismo socialista, que parte del reconocimiento de la estabilidad relativa y de la duración indefinida del régimen. El parlamentarismo socialista se dá como tarea el obtener reformas a cualquier precio, le interesa que cada conquista sea anotada por las masas en su cuenta (Longuet, Turati y Cia).
El viejo parlamentarismo de adaptación es reemplazado así por uno nuevo que es una de las formas de destruir el parlamentarismo en general. Pero las tradiciones repugnantes de la antigua táctica parlamentaria, han lanzado a ciertos elementos revolucionarios a ser antiparlamentaristas por principio (Los I.W.W., los sindicatos revolucionarios, el Partido Comunista Obrero de Alemania, etc.).
Considerando esta situación, el Segundo Congreso de la Intencional Comunista arriba a las siguientes conclusiones:
II El comunismo, la lucha por la dictadura del proletariado y "por la utilización" del parlamento burgués
1)
El gobierno parlamentario ha llegado a ser la forma "democrática" de la
dominación de la burguesía, que en ciertos momentos de verdadera
ficción aparenta expresar la "voluntad del pueblo" y no de las clases
dominantes, pero constituye en realidad, en manos del Capital, un
instrumento de coerción y de opresión;
2)
El parlamentarismo es una forma determinada del Estado. No tiene nada
que ver, en manera alguna, con la sociedad comunista, que no conoce
clases, ni lucha de clases, ni poder gubernamental de especie alguna;
3)
El parlamentarismo no puede ser, de ninguna manera, la forma de
gobierno "proletario" en el período de transición de la dictadura
burguesa a la dictadura proletaria. En el momento más grave de la lucha
de clases, cuando ésta se convierte en guerra civil, el proletariado
debe levantar su propia organización gubernamental, considerada como una
organización de combate, en la cual las viejas clases dominantes serán
admitidas. Toda ficción de "voluntad popular" en este período, será
perniciosa para el proletariado, éste no tiene ninguna necesidad de
recurrir a la nefasta división parlamentaria d e los poderes; la
República de los Soviets es la forma de la dictadura del proletariado;
4)
Los Parlamentos burgueses, por ser una parte importante de la máquina
gubernamental, no pueden ser conquistados por el proletariado, hasta
tanto no lo sea el estado burgúes en general. La tarea principal del
proletariado consiste en hacer saltar la máquina gubernamental de la
burguesía, y destruirla, incluida la institución parlamentaria, ya sea
de las Republicas o de las monarquías constitucionales;
5)
Lo mismo será con las instituciones municipales o comunales de la
burguesía. Es teóricamente falso oponerlas a los órganos estatales ya
que por formar parte del mecanismo gubernamental, deben ser destruídas
por el proletariado revolucionario y reemplazadas por los Soviets de
diputados obreros;
6)
El Comunismo se niega a ver en el Parlamento una de las formas de la
sociedad futura; se niega a ver en él, la forma de la dictadura del
proletariado; niega la posibilidad de conquistar el Parlamento en forma
durable; se dá por objetivo la abolición del parlamentarismo. No puede
discutirse pués acerca de la utilización de las instituciones
gubernamentales burguesas, como no sea para lograr su destrucción. Es en
este sentido y unicamente en éste, que la cuestión puede plantearse;
7)
Toda lucha de clases es una lucha política, ya que es, al final de
cuentas, una lucha por el poder. Toda huelga, extendida a un país
entero, se convierte en una amenaza contra el Estado burgués y, por lo
mismo, adquiere un caracter político. Esforzarse por derribar a la
burguesía y por destruir el Estado burgués es sostener una lucha
política. Crear un aparato de gobierno proletario y de coerción contra
la burguesía refractaria, es conquistar el poder político, cualquiera
sea la forma de ese aparato;
8)
La lucha política, pues, no se reduce a una actitud negativa frente al
parlamentarismo. Ella comprende toda la lucha de clases del proletariado
en cuanto cesa de ser parcial o local y tiende a la demolición del
régimen capitalista en general;
9)
El método fundamental de la lucha del proletariado contra la burguesía,
es decir contra su poder gubernamental es, en primer lugar, la acción
de masas. Estas son organizadas y dirigidas por las organizaciones de
masas del proletariado (sindicatos, partido, soviets) bajo la conducción
general del Partido Comunista, solidamente unido, disciplinado y
centralizado. La guerra civil es una guerra. El proletariado necesita
tener un buen estado mayor y buenos cuadros políticos dirigiendo las
operaciones en todos los campos de acción;
10)
La lucha de masas constituye todo un sistema de acciones en vías de
desarrollo, que tiene su propia dinámica y condu. cen, lógicamente, a la
insurrección contra el Estado capitalista. En esta lucha de masas
llamada a convertirse en guerra civil, el partido dirigente del
proletariado debe, en regla general, fortificar todas sus posiciones
legales, convirtiéndolas en puntos de apoyo secundarios de su acción
revolucionaria y subordinándolas al plan general de la campaña
principal: la lucha de masas.
11)
La tribuna del Parlamento es uno de esos puntos de apoyo secundarios.
No se puede invocar contra la acción parlamentaria la condición burguesa
de la institución misma. El Partido Comunista penetra en el Parlamento,
no para entregarse a una labor orgánica, sino para minar desde su
interior la máquina gubernamental y el Parlamento (Ejemplos: la acción
de Liebknetch en Alemania, la de los bolcheviques en la Duma del Zar, en
la "Conferencia democrática" y en el Preparlamento" de Kerenski, en la
Asamblea Constituyente, en las municipalidades; también la sesión de
los comunistas búlgaros).
12)
Esta acción parlamentaria que consiste sobre todo en usar su tribuna
para la agitación revolucionaria, para denunciar las maniobras del
adversario, para agrupar en tomo a ciertas ideas a las masas que sobre
todo en los países atrasados contemplan la tribuna parlamentaria con
grandes ilusiones democráticas, debe someterse siempre y totalmente a
los fines y a las tareas de la lucha extra parlamentaria de masas.
La participación en las campañas electorales y la propaganda revolucionaria desde la tribuna parlamentaria tienen una significación fundamental para la conquista política de la mayoría de la clase obrera común, que hasta el presente, como las masas trabajadoras rurales están marginadas del movimiento revolucionario y de la política.
La participación en las campañas electorales y la propaganda revolucionaria desde la tribuna parlamentaria tienen una significación fundamental para la conquista política de la mayoría de la clase obrera común, que hasta el presente, como las masas trabajadoras rurales están marginadas del movimiento revolucionario y de la política.
13)
Si los comunistas obtienen la mayoría en las municipalidades, deben: a)
formar una oposición revolucionaria frente al poder de la burguesía; b)
esforzarse por todos los medios en prestar servicios a la parte más
pobre de la población (medidas económicas, creación o tentativa de
creación de una milicia obrera armada, etc.) ; e) Denunciar en toda
ocasión posible, los obstáculos puestos por el Estado burgués a toda
reforma radical; d) Desenvolver a partir de estas bases una propaganda
revolucionaria enérgica, sin temer enfrentarse al poder burgués; e)
Reemplazar, en ciertas circunstancias, las municipalidades por soviets
de diputados obreros. Toda la acción de los comunistas en las
municipalidades debe dirigir la parte de la acción general a desintegrar
el sistema capitalista.
14)
La campaña electoral debe ser dirigida, no a la obtención de la mayor
cantidad posible de representaciones parlamentarias, sino hacia la
movilización de las masas en tomo a las consignas de la revolución
proletaria. La lucha electoral no debe ser realizada sólo por los
dirigentes del Partido. La totalidad de los miembros del Partido deben
participar en ella.
Todo movimiento de masas (huelgas, manifestaciones, efervecencia en el ejército y en la armada) deben ser utilizados. Se establecerá un contacto estrecho con esos movimientos y la actividad de las organizaciones proletarias de masas debe ser estimulada sin cesar.
Todo movimiento de masas (huelgas, manifestaciones, efervecencia en el ejército y en la armada) deben ser utilizados. Se establecerá un contacto estrecho con esos movimientos y la actividad de las organizaciones proletarias de masas debe ser estimulada sin cesar.
15)
Si se observan estas condiciones (y aquellas que son señaladas en una
circular con instrucciones especiales), la acción parlamentaria estará
en total oposición con la que desarrollan las corrientes pequeño
burguesas de los partidos socialistas de todos los países, cuyos
diputados van al Parlamento para sostener esta institución "democrática"
y, en el mejor de los casos para "conquistarla". El Partido Comunista
no puede aceptar sino la utiliza. ción exclusivamente revolucionaria del
Parlamento, a la manera de Carlos L. Liebknecht, de Hoeglund y de los
bolcheviques.
III En el Parlamento
16)
El antiparlamentarismo de principio, concebido como la negativa
absoluta a participar de las elecciones y de la acción parlamentaria
revolucionaria, no es más que una doctrina infantil y simple, que no
resiste la menor críticia. Esa posición, nacida tal vez de una sana
adversión hacia los políticos parlamentarios, no percibe de ninguna
manera, la posibilidad y los alcances del parlamentarismo
revolucionario. Es necesario señalar también que parte de una noción
completamente errónea del papel del Partido, al que no consideran como
una vanguardia obrera centralizada y organizada para el combate, sino
como un sistema descentralizado de grupos mal ligados entre sí.
17)
Desde otro punto de vista, la necesidad de una participación efectiva
en las elecciones y en las asambleas parlamentarias que existan, no se
desprende sólo del reconocimiento de la efectividad de la acción
revolucionaria en el Parlamento. Todo depende aquí de las condiciones
específicas que se den en cada caso. En un momento dado, el abandono del
Parlamento por los comunistas, puede ser necesario. Es así corno los
bolcheviques se retiraron del "preparlamento" de Kerenski para
torpedearlo, para convertirlo de golpe en inoperante y para oponerle más
claramente el Soviet de Petrogrado con el propósito de colocarlo a la
cabeza de la insurrección; tal fue el caso de los bolcheviques, cuando
trasladaron el centro de gravedad de los acontecimientos políticos, al
Tercer Congreso de los Soviets. En otras circunstancias puede imponerse
el boicot a las elecciones, cuando se trata de derribar inmediatamente y
por la fuerza, al Estado burgués y sus pandillas. También puede darse
la participación en las elecciones, simultáneamente con el boicot al
Parlamento.
18)
Así, reconociendo en general la necesidad de participar en las
elecciones parlamentarias y municipales y de trabajar en el Parlamento y
en las Municipalidades, el Partido Comunista debe encarar la cuestión
en cada caso concreto, inspirándose en las características particulares y
específicas de cada situación. El boicot a las elecciones o al
Parlamento y aún el abandono de las bancas, solo son admisibles en
presencia de condiciones que permitan el paso inmediato a la lucha
armada para la conquista del poder.
19)
Es indispensable tener permanentemente presente el carácter
relativamente secundario de esta cuestión. El centro de gravedad siempre
estará en la lucha extraparlamentaria para la conquista del poder
político. Queda claro que la cuestión general de la dictadura del
proletariado y de la lucha de masas por esta dictadura, no puede
compararse a la particular utilización del Parlamento.
20)
Es por esto que la Internacional Comunista afirma en la forma más
categórica, que considera como una falta grave contra el movimiento
obrero toda escisión o tentativa de escisión provocada en el seno del
Partido Comunista, por esta cuestión, y únicamente por ésta. El Congreso
invita a todos los partidarios de la lucha de masas por la dictadura
del proletariado, bajo la dirección de un partido centralizado que
conduzca a todas las organizaciones de la clase obrera, a realizar la
unidad completa de los elementos comunistas, por encima de las
divergencias en torno a la utilización de los Parlamentos burgueses.
IV La táctica revolucionaria
A fin de garantizar la aplicación efectiva de una táctica revolucionaria en el Parlamento se imponen las medidas que siguen:
1)
El Partido Comunista en su conjunto y especialmente su Comité Central,
se asegurarán, en el período preparatorio que precede a las elecciones,
de la sinceridad y del valor comunistas de quienes compondrán el grupo
parlamentario comunista; el Comité Central tiene el derecho indiscutible
de rechazar a todo candidato designado por una organización, si tiene
la convicción de que no se ajustará a una política realmente comunista.
Los Partidos Comunistas deben renunciar a la vieja práctica social-demócrata de hacer elegir exclusivamente a parlamentarios "experimentados" y preferentemente abogados. En principio, los candidatos serán elegidos entre los obreros; no deben temer el designar a simples miembros del Partido, sin experiencia parlamentaria.
Los Partidos Comunistas deben rechazar implacablemente a los arribistas que se acercan al Partido, con el sólo propósito de ingresar al Parlamento. Los Comités Centrales no deben aprobar sino las candidaturas de quienes, durante muy largos años han demostrado indiscutiblemente su lealtad a la clase obrera.
Los Partidos Comunistas deben renunciar a la vieja práctica social-demócrata de hacer elegir exclusivamente a parlamentarios "experimentados" y preferentemente abogados. En principio, los candidatos serán elegidos entre los obreros; no deben temer el designar a simples miembros del Partido, sin experiencia parlamentaria.
Los Partidos Comunistas deben rechazar implacablemente a los arribistas que se acercan al Partido, con el sólo propósito de ingresar al Parlamento. Los Comités Centrales no deben aprobar sino las candidaturas de quienes, durante muy largos años han demostrado indiscutiblemente su lealtad a la clase obrera.
2)
Terminadas las elecciones, corresponde exclusivamente al Comité Central
del Partido Comunista el organizar el grupo parlamentario, sea el
Partido, en ese momento, legal o ilegal. La elección del Presidente y de
los miembros de la mesa del grupo parlamentario, deben ser aprobados
por el Comité Central. El Comité Central tendrá en el grupo
parlamentario un representante permanente con derecho de veto. Sobre
todas las cuestiones políticas importantes, el grupo parlamentario
deberá solicitar directivas previas del Comité Central.
El Comité Central tendrá el derecho y el deber de designar o de vetar los oradores que intervendrán en las cuestiones importantes y de exigir que las tesis y aún el texto completo de sus discursos, sean sometidos a su aprobación. Todo candidato que integre la lista comunista, debe firmar un compromiso de renunciar a su mandato al primer pedido del Comité Central, a fin de que el Partido tenga siempre la posiblidad de reemplazarlo.
El Comité Central tendrá el derecho y el deber de designar o de vetar los oradores que intervendrán en las cuestiones importantes y de exigir que las tesis y aún el texto completo de sus discursos, sean sometidos a su aprobación. Todo candidato que integre la lista comunista, debe firmar un compromiso de renunciar a su mandato al primer pedido del Comité Central, a fin de que el Partido tenga siempre la posiblidad de reemplazarlo.
3)
En los países donde los reformistas, los semirreformistas y aún los
simples arribistas, han logrado introducirse en el grupo parlamentario
comunista (lo que ha ocurrido ya) los Comités Centrales de esos Partidos
Comunistas deben proceder a una depuración profunda de esos grupos,
partiendo del principio de que un grupo parlamentario poco numeroso,
pero realmente comunista, sirve mejor a los intereses del proletariado,
que un grupo numeroso, sin firme política comunista,
4)
Todo diputado comunista puede ser obligado, por decisión del Comité
Central, a combinar la acción legal con la acción ilegal. En los países
donde los diputados comunistas gocen de ciertas inmunidades, en virtud
de las leyes burguesas, esta inmunidad parlamentaria debe ser puesta al
servicio de la organización y de la propaganda ilegal del Partido.
5)
Los diputados comunistas deben subordinar toda su actividad
parlamentaria a la acción extraparlamentaria del Partido. Deben
presentar regularmente proyectos de ley concebidos para la propaganda,
agitación y organización revolucionaria, y no para ser aprobados por la
mayoría burguesa, debiendo ajustarse a las directivas del Partido y de
su Comité Central.
6)
Los diputados comunistas deben ponerse a la cabeza de las masas
proletarias, en primera línea, bien a la vista, en las manifestaciones y
acciones revolucionarias.
7)
Los diputados comunistas tienen la obligación de mantener por todos los
medios y bajo contralor del Partido, relaciones epistolares y de todo
tipo con los obreros, los campesinos y los trabajadores revolucionarios
de todas las categorías, sin imitar en ningún caso a los diputados
social-demócratas, que se empeñan en mantener solo "relaciones de
negocios", con sus electores. Ellos estarán siempre a disposición de las
organizaciones comunistas, para el trabajo de propaganda en el país.
8)
Todo diputado comunista al Congreso debe comprender que no es un
"legislador" que busca un lenguaje común con los demás legisladores,
sino un agitador del Partido, enviado al campo enemigo, para aplicar las
decisiones del Partido. El representante del Partido es responsable, no
ante la masa anónima de sus electores, sino ante el Partido Comunista,
sea éste legal o ilegal.
9)
Los diputados comunistas deben utilizar en el Parlamento un lenguaje
comprensible para los obreros, los campesinos, las lavanderas y los
pastores, de tal manera que el Partido pueda editar sus discursos en
folletos y repartirlos en los rincones más atrasados del país.
10)
Los obreros comunistas destacados deben, aún cuando recién debuten,
ocupar sin temor la tribuna del Parlamento burgués, y no ceder el lugar a
oradores más "experimentados". En caso de necesidad los diputados
obreros leerán simplemente sus discursos, destinados a ser reproducidos
por la prensa o en folletos.
11)
Los diputados comunistas deben utilizar la tribuna parlamentaria no
solamente para desenmascarar a la burguesía y a sus lacayos oficiales,
sino también a los social-patriotas, los reformistas, los políticos
equivocados del centro, y de manera general, a los adversarios del
comunismo y también para propagar intensamente las ideas de la Tercera
Internacional.
12)
Aunque sólo sean uno o dos, los diputados comunistas, deberán mantener,
en todos sus actos, el desafío al capitalismo, sin olvidarse jamás que
solo es digno del nombre de comunista, quien revela, no solamente por
sus palabras, sino por sus actos, ser un enemigo de la sociedad burguesa
y de sus sirvientes social-patriotas.