Los pueblos yacerán en el
embrutecimiento más vergonzoso, si no se dan una absoluta franquicia y libertad
para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las
determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los
pueblos correrán de error en error, y de preocupación en preocupación, y harán
la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán las artes,
ni los conocimientos útiles, porque no teniendo libertad el pensamiento, se
seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y ha
autorizado el tiempo y la costumbre.
Seamos una vez menos partidarios
de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dése acceso a la
verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la
inocente libertad de pensar en asuntos de interés universal; no creamos que con
ella se atacará jamas impunemente el mérito y la virtud, porque hablando por sí
mismos en su favor, y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se
reducirán a polvo los escritos de los que indignamente osasen atacarles. La
verdad, como la virtud tienen en sí mismas su más incontestable apología; a
fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo; si
se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia y el
error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la
divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su
miseria
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