Son el 20 % de la población del
Gran Buenos Aires o de cualquier gran ciudad del país, llegados de Bolivia,
Paraguay, Chile y de las provincias pobres del interior; son los últimos
convidados a la estructuración de la sociedad industrial en la Argentina: los
llamados “cabecitas negras” y llevan en sus rostros los signos de siglos de
explotación, resignación y miedo.
Ahora sin embargo rodean la gran
ciudad, “viven.” en “casas” de lata y mala madera, trabajan en empleos duros,
inestables y mal pagados y afrontan la repulsa de una sociedad que al mismo
tiempo los utiliza y los margina.
Para ellos y desde ellos apareció
hace pocos días la primera entrega del periódico “LA VOZ DE LAS VILLAS” editado
por la Federación de Villas de Emergencia de la Capital Federal. “LA VOZ…” es
elaborada por un equipo constituido por dirigentes de la Federación —Panfilo
Genes y Domingo Sofrá, presidente y secretario respectivamente— y un núcleo de
militantes cristianos encabezados por el padre Carlos Mugica.
De acuerdo con sus redactores “LA
VOZ DE LAS VILLAS” intentará cumplir un triple propósito: concurrir al
esclarecimiento de la conciencia de los pobladores de las villas: comunicar sus
problemas al resto de la comunidad enlazándolos con toda? las luchas populares
del país, y enfrentar la sistemática campaña de ataque a las villas surgidas de
clásicos núcleos reaccionarios, categoría ésta en la que se destacan en
términos relevantes los órganos de deformación pública “La Prensa” y Correo de
la Tarde” al afirmar sobre este particular entre otras lindezas que “las villas
fueron y siguen siendo caldo de cultivo para la delincuencia” cobijando
“elementos indeseables” en .su perímetro.
Hoy, a pesar de todo, inclusive
de las afirmaciones del T.G. Onganía al referirse a los chilenos, bolivianos y
paraguayos habitantes de las Villas Miserias como portadores de “aptitudes
morales, intelectuales y físicas inferiores a lo aceptable” el origen de estas
poblaciones marginadas es uno solo: Las villas han nacido por problemas
económicos y sociales, fruto fundamentalmente de toda una estructura arcaica
que lo único que ha otorgado al hombre de trabajo, óbrelo, campesino o
chacarero, es miseria, hambre y analfabetismo. Y este es un problema de todos
los pueblos de América —”callampas” en Chile, “fútelas” en Brasil,
“cantegrills” en Uruguay— y aún de otros continentes. Es un problema que afecta
a todos los pueblos llamados “subdesarrollados” pueblos oprimidos por el
colonialismo, proveedores de materias primas para las grandes potencias
industriales y con estructuras semifeudales en la explotación de la tierra.
“Las causas de este proceso son
también y en lo fundamental de carácter económico; es la marca de hambre y
miseria que se origina en la insaciable sed de ganancias de quienes explotan
los ingenios, tabacales y obrajes del Norte y que por medio de contratistas se
hacen traer trabajadores de Paraguay y Bolivia para pagarles menos que al
obrero nativo y luego de finalizadas las tareas de la zafra, de la recolección
de tabaco o del algodón, dejarlos abandonados a su suerte, “girando” da pueblo
en pueblo hasta largarse a la ciudad como última posibilidad de no morirse de
hambre”.
Luego de esta historia comienza
la vida de la villa: una existencia de condiciones materiales y espirituales
asfixiantes sobre la que se descarga la mentira organizada que inventa aparatos
de televisión en cada casa de las villas —a pesar de la falta .le corriente
eléctrica en la mayoría—, que se queja escandalizada ante la “falta de
preocupación de esos negros de mierda” para construir viviendas decentes, como
si los 2.000.000 de casas que faltan en el país pudieran ser encontradas en los
reducidísimos y onerosos planes de “vivienda popular” que requieren un anticipo
de 200.000 a 300.000 pesos y cuotas mensuales de 15.000 pesos en momento en que
el salario mínimo —media de los ingresos de los “Villistas”— oscila en 15.000
pesos mensuales.
Pero como esta sociedad presume
de que lo prevee todo, también está previsto un grupo especializado en
condolencias, una moderna llorona: es la beneficiencia pía o tecnocrática que
tienen como axioma eliminar para su acción la convicción de que todo anda bien
en la Argentina, excepto algunos puntos que serán aliviados con la recolección
de las sobras que elimina el aparato de explotación.
“El hambre y la miseria
originales en estas estructuras económicas del siglo pasado ha empujado al
hombre del interior hacia las ciudades donde una incipiente industria asegura
ocupación que aunque en muchos casos no sea estable, permite mantener un nivel
de vida que por más bajo que sea no llegará a igualarse con la tremenda miseria
de nuestras provincias”.
“Las causas de este proceso son
también y en lo fundamental de carácter económico; es la marca de hambre y
miseria que se origina en la insaciable sed de ganancias de quienes explotan
los ingenios, tabacales y obrajes del Norte y que por medio de contratistas se
hacen traer
Frente a este reformismo
vergonzante y con olor a incienso, “LA VOZ…” va a proclamar que la organización
política de los habitantes de las villas exigiendo sus derechos, junto a los
demás sectores populares sumergidos, es el único camino para su redención
humana: el camino de la auténtica Revolución.
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