“[…] Está en la conciencia de todo el país que los comicios de Buenos Aires
y Mendoza son nulos de toda nulidad, y esa conciencia estaba formada con
anterioridad a la elección misma, y se basaba en la inconducta de los
interventores federales. Con todo, los hechos superaron las previsiones más
pesimistas.
No bastaba la sustracción de millares y millares de libretas de enrolamiento
a fin de impedir el ejercicio del voto a los ciudadanos no adictos a la
candidatura oficial.
La incertidumbre del triunfo […] empujó al oficialismo al vuelco de los
padrones y para realizar la innoble tarea arrojó por la fuerza a los fiscales
de los comicios. Libres de todo control, los presidentes cumplieron
“lealmente” las órdenes recibidas: Suprimieron el cuarto oscuro, obligaron
a declarar por quién votaba el elector, y cuando este se negaba a
complacerlos le devolvían la libreta con la palabra “votó”, colocando ellos
mismos en la urna la boleta oficial. […]
Diario La Vanguardia, 16 de Noviembre de 1931
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