
Todos los procesos históricos complejos son producto de una
suma de causas. Las causas de la crisis de 1929 son también varias y de
distinto índole. Lo peculiar de la crisis de 1929 es que fue producto de las
mismas circunstancias que durante la década de 1920 habían generado expansión y
un aparente bienestar. ¿Entonces cuáles son las causas?
La primera, y fundamental, es la sobreproducción. Durante la
década de 1920 Estados Unidos se expandió, profundizó su industrialización,
desarrolló nuevas empresas y vivió una etapa de bonanza. El desarrollo de automóviles
y electrodomésticos se realizaba bajo el modelo taylorista/fordista que
dividiendo y simplificando las tareas de los operarios incrementó los ritmos de
producción y, en consecuencia, consiguió bajar el valor de los bienes. De ese
modo, en una etapa de expansión, esos bienes a precios más accesibles fueron
llegando a cada vez más demandantes. Las empresas industriales vivían una
bonanza que, sin embargo, tenía un techo: Los bienes eran durables y la demanda
se acabaría cuando el mercado estuviera satisfecho. La competencia entre
empresas, bajo la lógica del mercado capitalista, las impulsaba a producir cada
vez más en menos tiempo para derrotar a las otras empresas. Es importante indicar aquí que los bienes
producidos eran estandarizados, sencillos, sin líneas diferenciales y todos
iguales. No existían variedades de productos como los que desarrolla la
industria actual. Analizando la crisis a esta distancia nos parece evidente que
en algún momento el negocio de las empresas se acabaría, pero no es lo mismo
vivir la historia que estudiarla.
Como la competencia era quien guiaba las decisiones de los
empresarios en algún momento se entendió que un buen mecanismo para capitalizar
a las empresas (es decir, para que las empresas consiguieran capital para
invertir, acelerar el proceso de producción y derrotar a la competencia) era
ofrecer acciones en la bolsa. Los bancos norteamericanos empujaban esa
expansión ofreciendo créditos (para viviendas, autos o, también para invertir
en acciones) con una tasa de interés muy baja, de manera que una importante
porción de la población se endeudó con bancos no solo para comprar su vivienda
sino, también, para invertir en acciones. Era dinero fácil: Las empresas
estaban creciendo e invertir en cualquiera de ellas parecía (era) la decisión
más lógica del mundo ¿Quién no lo haría? El razonamiento podría ser así: Me
endeudo con un banco, invierto en acciones, con las ganancias que obtengo de
esas acciones pago el crédito y me quedo con ganancias.
Sin embargo, hacia 1928 ya algunas empresas empezaban a
mostrar límites. Los precios de algunos bienes estaban bajando demasiado como consecuencia
de la competencia y de la caída de la demanda. El mercado se estaba saturando,
se acababan los compradores. En otras circunstancias las empresas capitalistas
encuentran que el mercado mundial puede ser una alternativa para ubicar sus
productos: Pero en 1929 el mundo seguía devastado por los efectos de la primera
guerra mundial.
En octubre de 1929 la economía real, es decir, la
producción, la industria y la construcción estaba llegando a su límite. Las
ganancias de las empresas habían caído porque ya no se vendían bienes. En
consecuencia tener acciones de esas empresas era un riesgo. Cuando esto se hizo
evidente todo el mundo quiso deshacerse de las acciones, su valor se desplomó
por efecto de las leyes de la oferta y demanda: Había mucha gente deseando
vender y nadie queriendo comprar. La bolsa de Wall Street se derrumbó.
Muchas empresas quebraron. Se disparó el desempleo y muchas
personas no fueron capaces de pagar los créditos a los bancos. Los bancos
tomaron posesión de las viviendas hipotecadas pero, nuevamente, no había nadie
en condiciones de atender tamaña oferta y, en consecuencia, los valores de las
viviendas también se desplomaron. La industria de la construcción (una de las
más importantes en la economía de cualquier país) se paralizó y los bancos, que
no pudieron cobrar sus créditos, también quebraron generando más inconvenientes,
desempleo y crisis.
Durante cuatro Años el presidente electo, Hoover, depositó
sus esperanzas en que la mano invisible del mercado, sin intervenciones
estatalistas, resolvería el conflicto y devolvería a Estados Unidos a una etapa
de expansión. Pero eso no ocurrió. La crisis se transmitió a otros países como
Alemania, que recibía créditos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y América
Latina. Al calor de sus efectos podemos afirmar que sin duda, la crisis capitalista
mundial de 1929 fue una de las
causas de la segunda guerra mundial.
Comentarios
Publicar un comentario
Contanos tu experiencia Perspectivis