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De pronto, se divisó en el cielo una resplandeciente luz de calor sofocante y un viento que barría todo lo que encontraba a su paso. Al cabo de pocos segundos, millares de personas que se encontraban en las calles o en los jardines de la ciudad quedaron calcinadas por una ola de calor abrasador (...). Todas las construcciones que se hallaban en el área de la explosión –paredes, casas, fábricas y otros edificios- quedaron destruidas y los escombros volaban en un torbellino arrastrado por el viento. Los tranvías saltaron por los aires y cayeron de lado. Los trenes fueron arrancados de las vías como si fueran juguetes. La hierba ardía en el suelo como si fuera paja”
(Crónica de un periodistas japonés)
“Reducir la resistencia japonesa en una lucha de hombre a hombre y conquistar el país palmo a palmo habría supuesto la pérdida de un millón de soldados americanos y la mitad de británicos. Ahora (con la bomba atómica) esta imagen de pesadilla se ha desvanecido. Además, ya no tendríamos que recurrir a los rusos. No necesitábamos pedirles favores.”
(Testimonio del primer ministro británico, Winston Churchil, en 1953)
“El uso de esta arma brutal en Hiroshima y Nagasaki no fue de gran ayuda en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y dispuestos a rendirse debido a la eficacia del bloqueo marítimo y a los bombardeos efectuados con armas convencionales”
(Almirante Leathy, principal consejero del presidente norteamericano Truman)
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